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Dayla

—¿Todo listo en el aeropuerto? —Pregunté, sin apartar la vista de la ventanilla del coche. La ciudad pasaba como un borrón, las luces de la calle reflejándose en el cristal mientras avanzábamos a toda velocidad.

—Todo listo. Los muchachos nos están esperando —Respondió Niclas, mi guardaespaldas manteniendo sus ojos concentrados en la carretera.

Estábamos a unos pocos kilómetros del aeropuerto. Me iría a Francia en unas horas. Desde que me enteré de lo que le había pasado a Phillipe, no había podido quitármelo de la cabeza. Necesitaba verlo, asegurarme de que estaba bien. Un nudo de culpa me apretaba el estómago; sentía que, de algún modo, lo que le había sucedido había sido por mi culpa.

—¿Cuánto falta? —Pregunté, con la impaciencia que comenzaba a filtrarse en mi voz.

—Unos quince minutos más —Contestó Niclas.

El coche se deslizaba por una avenida desierta. A estas horas de la madrugada, el tráfico era escaso, la oscuridad parecía envolverlo todo. De repente, noté que Niclas fruncía el ceño, sus ojos escaneaban los retrovisores, sus dedos se tensaron en el volante, y su mandíbula se apretó.

—¿Qué pasa? —Le pregunté, notando el cambio en su postura.

—Creo que nos están siguiendo —Murmuró, con un tono bajo y grave.

Giré la cabeza, intentando ver lo que él veía. Unos faros detrás de nosotros. Quizá era solo otro coche en el camino hacia el aeropuerto. Pero entonces, el vehículo aceleró de repente, cerrando la distancia que nos separaba.

—No me gusta esto, Dayla —Dijo Niclas, pisó el acelerador, intentando poner más distancia entre nosotros y el coche detrás.

El otro vehículo también aceleró, pegándose más y más. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.

—Sujétate —Ordenó Niclas.

Antes de que pudiera reaccionar, el coche detrás de nosotros nos golpeó por el costado.

El impacto fue brutal, el sonido del metal contra metal fue ensordecedor. El coche se desvió, pero Niclas logró mantenerlo en el carril, su rostro estaba tenso con el esfuerzo.

—¡Mierda! —Exclamó.

Otro golpe, esta vez más fuerte, nuestro coche giró bruscamente, perdiendo el control. Todo sucedió en un abrir y cerrar de ojos, nos estrellamos contra la barrera de contención, y mi mundo se sacudió.

Mafia Capone #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora