Fractura

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El sol comenzaba a descender, pintando el cielo con tonos anaranjados y rosados mientras cabalgaba por el campo. Había sido un día relajado, pero aún quedaba trabajo por hacer. Antonio, Max y yo nos habíamos dividido el terreno para revisar las cercas ya que ni Antonio, ni yo queríamos estar juntos a Max. A mí me había tocaba el área del río. Cabalgar en ese paisaje siempre me traía una extraña mezcla de paz y nostalgia.

Cerré los ojos por un momento, disfrutando del sonido del agua fluyendo y el viento acariciando mi rostro. Pero mi tranquilidad se rompió abruptamente cuando mi caballo se levantó de repente, asustado por algo. Intenté agarrarme de la silla, de las riendas, de cualquier cosa, pero fue inútil. Sentí cómo perdía el equilibrio y caía al suelo con un golpe sordo. Un dolor agudo me recorrió el cuerpo, incapacitándome.

Grité al intentar sentarme, el dolor era insoportable y no podía pararme. El tiempo pasó lentamente, el dolor solo aumentaba y la desesperación comenzaba a instalarse. Miré a mi alrededor, el sol ya se escondía detrás del horizonte y la oscuridad de la noche empezaba a envolverme. Sabía que estaba demasiado lejos para llegar arrastrándome hasta la casa.

Cuando ya había perdido la esperanza de que alguien me encontrara, escuché el relincho de un caballo a lo lejos. Al levantar la vista, apenas pude distinguir la silueta de Max en la penumbra. Rodé los ojos, queriendo ser rescatado pero no por él. Sin embargo, en ese momento, cualquier ayuda era bienvenida.

—¿Sergio? —escuché su voz, más preocupada de lo que esperaba. —¿Estás bien?

—¿Qué crees? —respondí con sarcasmo, aunque la voz me salió más débil de lo que pretendía.

Max desmontó rápidamente y se acercó a mí. Al ver la gravedad de mi situación, su expresión cambió a una mezcla de preocupación y urgencia.

—No te muevas, voy a revisarte.

Me observó detenidamente y, con movimientos cuidadosos, empezó a examinar mi pierna. El dolor era insoportable, pero traté de mantenerme tranquilo.

—Parece que tienes una fractura —dijo finalmente, su voz firme. —Vamos a tener que llevarte de vuelta.

—¿Y cómo planeas hacerlo? —pregunté con incredulidad.

Max miró alrededor y luego a su caballo. Sin decir nada, me ayudó a levantarme con cuidado, soportando mis quejidos de dolor, y me subió al caballo con él. Fue un proceso doloroso y complicado, pero finalmente logré acomodarme frente a él.

El trayecto de vuelta fue lento y doloroso. El trote del caballo agravaba cada sacudida, pero Max se aseguraba de mantener un ritmo constante para evitar mayores sobresaltos. Durante todo el camino, se mantuvo en silencio, concentrado en mantenerme seguro y llevarme de vuelta a casa lo antes posible.

Cuando finalmente llegamos, la luz de la casa era un faro de esperanza en la oscuridad. Antonio salió corriendo al vernos, alarmado por la situación.

—¿Qué pasó? —preguntó, ayudándonos a bajar del caballo.

—Tuvo una caída y parece que tiene una fractura —explicó Max, ayudando a Antonio a llevarme adentro.

Me acostaron en el sofá y llamaron a mamá, quien inmediatamente comenzó a organizar todo para llevarme al hospital. A pesar del dolor y la incomodidad, me sentí aliviado de estar en casa, rodeado de mi familia, incluso si eso incluía a Max.

Mientras me preparaban para el viaje al hospital, miré a Max y, por un momento, vi una chispa de preocupación genuina en sus ojos. Tal vez, solo tal vez, las cosas podían cambiar entre nosotros. Pero, por ahora, estaba agradecido de que hubiera llegado a tiempo para ayudarme.

La noche avanzó mientras salíamos de casa hacia el hospital, dejando atrás el campo y el incidente del día. A pesar de todo, sentí que había un pequeño avance en la relación con Max, aunque fuera por una noche.

Al llegar al hospital, el médico confirmó lo que Max había sospechado: una fractura en la pierna. El proceso de inmovilización fue doloroso, pero necesario. Me aplicaron un yeso y me dieron instrucciones estrictas sobre cómo cuidar la lesión. La vuelta a casa fue un poco más cómoda gracias al auto, pero sabía que me esperaba un período difícil de recuperación.

De regreso, Antonio me cargó cuidadosamente hasta mi habitación, su fuerza y delicadeza contrastando con la situación. Me acostó en la cama y me acomodó con almohadas para que estuviera lo más cómodo posible.

—Gracias, Antonio —dije, agradecido por su ayuda.

—No hay de qué, Checo. Descansa, te hace falta.

Uno por uno, mis hermanos entraron a verme. Paola me trajo un vaso de agua, Pedro se aseguró de que estuviera bien cubierto con una manta, y Catalina me dejó un libro para que leyera durante la recuperación. Todos deseaban que me mejorara pronto, y su preocupación me reconfortaba.

Finalmente, la puerta se abrió nuevamente y vi a Max entrar en silencio. Se acercó a la cama, sin la habitual actitud desafiante.

—Gracias —dije entre dientes, sintiendo la necesidad de reconocer su ayuda.

—De nada —respondió, encogiéndose de hombros como si no fuera gran cosa.

—Te debo una.

—No quiero nada —murmuró, evitando mirarme directamente.

—Como sea —rodé los ojos, pero mi tono era más relajado. —Por cierto, ¿cómo supiste que era una fractura? No se veía tan obvio.

—He tenido varias de esas —murmuró Max, y sin decir más, se dirigió al baño.

Observé la puerta cerrarse tras él, reflexionando sobre su respuesta. Tal vez había más en su historia de lo que mostraba a simple vista. Max siempre había sido reservado, y tal vez, detrás de su actitud fría y distante, había experiencias que nunca había compartido.

Recostado en mi cama, el dolor de la pierna se mezclaba con la confusión y la curiosidad. Aunque las tensiones entre nosotros persistían, había un pequeño atisbo de entendimiento que comenzaba a surgir.

Wildest dream || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora