Alcohol

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Max

Me levanté temprano esa mañana, como de costumbre. Victoria se había apoderado de toda la cama en la que compartíamos, dejándome apenas espacio para moverme. Hace días que no dormía en la habitación que compartía con Sergio; la tensión entre nosotros era palpable y prefería evitar cualquier confrontación.

Me dirigí a mi escritorio y encendí mi laptop para asistir a mis clases en línea de la universidad. Traté de concentrarme, pero mis pensamientos siempre volvían a Sergio y a la extraña distancia que ahora existía entre nosotros. Terminadas las clases, decidí ir al granero para distraerme un poco. Sin embargo, al ver a Sergio allí, cambié de dirección rápidamente. No quería pelear, no de nuevo.

—Hola,— saludó Victoria, llegando con un plato de fruta a la sala. Su presencia era siempre un alivio, una constante en medio de tanto caos.

—Hola,— respondí, tomando un pedazo de sandía.

—Papá me marcó,— dijo, y de inmediato sentí cómo mi cuerpo se tensaba. El simple mencionar de nuestro padre siempre traía una avalancha de emociones conflictivas.

—¿Qué dice mamá al respecto?— pregunté, tratando de mantener la calma.

—No dejará que nos lleve,— asintí, pero la presión en mi pecho seguía aumentando.

—Papá lo hará de todas formas,— dije con voz temblorosa, el miedo y la frustración empezando a filtrarse.

—Maxie, tengo miedo,— susurró Victoria, abrazándome con fuerza. Sentí su temblor y la abracé más fuerte.

—No quiero volver, no con él molesto,— continuó, sus palabras llenas de temor.

—La última vez estuvo cerca de llevarnos,— cerré los ojos, el recuerdo aún fresco y doloroso.

—Por un momento pensé que mamá nos dejaría ir,— confesó, temblando. La abracé más fuerte, tratando de ofrecerle algún consuelo.—No entiendo por qué papá nos odia si siempre hacemos lo que nos pide,— sollozó, y mis propias emociones se mezclaron con las suyas.

—Está molesto porque mamá ganó la custodia y no logramos irnos con él,— expliqué, aunque sabía que esa no era la única razón de su odio.

—A veces deseo que se muera,— dijo con rabia, y aunque entendía su frustración, sus palabras me impactaron.

Me quedé mirando a Victoria después de su declaración, la rabia ardiendo en sus ojos. Sabía que esto iba a ser difícil, pero no podía permitir que hablara así de papá, a pesar de todo lo que nos había hecho.

—No puedes decir eso, Victoria,— le dije con firmeza. —Es nuestro padre.

—¡¿Cómo puedes seguir defendiéndolo después de todo lo que nos ha hecho?!— gritó ella, sus ojos llenos de lágrimas y furia. —¡Nos ha golpeado, Max! ¡Nos ha llevado al hospital más veces de las que puedo contar!

—Él está molesto, es todo,— respondí, aunque sabía que mi justificación era débil. —Las cosas han sido difíciles para él también.

—¡Difíciles!— escupió ella, incrédula. —¡Nos ha hecho la vida imposible! ¡Nos ha tratado como si no valiésemos nada!

—No entiendes...— comencé, pero ella no me dejó terminar.

—¡No, Max! ¡Tú no entiendes!— sus ojos se llenaron de lágrimas mientras me miraba. —Te ha roto más veces de las que puedo contar, y aún así sigues defendiéndolo. ¿Qué demonios está mal contigo?

—Es nuestro padre,— repetí, mi voz temblando. —Él... él no quiere hacernos daño.

—¡Entonces por qué lo hace, Max?— gritó ella, dando un paso hacia mí. —¿Por qué siempre nos lastima? ¿Por qué siempre terminamos en el hospital por su culpa?

Wildest dream || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora