Parto

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La yegua estaba inquieta desde hacía un par de días, y eso me preocupaba. Princesa rara vez se comportaba de esa manera, siempre tan dócil y tranquila. Decidí llamar al veterinario para que la revisara y despejara mis dudas.

Cuando el veterinario llegó, observé con atención cómo examinaba a Princesa. Noté la forma en que fruncía el ceño y luego sonreía, lo cual me dio una sensación de alivio antes de saber la noticia.

—Está embarazada —dijo el veterinario con una sonrisa después de terminar su examen. Me devolvió la sonrisa—. Felicidades.

—De seguro fue de Venom—dijo papá, señalando el imponente caballo de Max. Siempre bromeábamos sobre la atracción que había entre esos dos.

—Supongo—respondí, incapaz de ocultar mi entusiasmo. Me acerqué a Princesa y acaricié suavemente su cabeza—. Vas a ser mamá, Princesa.

Princesa soltó un relincho suave, como si entendiera lo que le estaba diciendo. Acaricié su lomo con ternura, ya ansioso por contarle a Max la emocionante noticia. Sabía que él también estaría emocionado. Sin embargo, la sonrisa en mi rostro se desvaneció ligeramente al recordar lo difícil que había sido mantener nuestra fachada de enemistad.

Las peleas fingidas, los comentarios sarcásticos, la constante distancia que debíamos mantener frente a los demás… todo eso comenzaba a pasar factura. Sabía que era necesario, que mamá no debía sospechar nada, pero eso no hacía que fuera menos agotador.

Esa noche, después de que todos se hubieran retirado a sus habitaciones, me dirigí al granero donde sabía que encontraría a Max. Él estaba allí, como siempre, esperándome con esa sonrisa que solo él podía ofrecerme, una sonrisa que iluminaba incluso los días más oscuros.

—Tengo una noticia—dije, incapaz de contener mi emoción.

Max levantó la vista de lo que estaba haciendo y me miró curioso—. ¿Qué pasa?

—Princesa está embarazada—solté, sintiendo cómo mi sonrisa se ensanchaba aún más.

Max dejó escapar una carcajada, acercándose para abrazarme—. ¡Eso es increíble!—exclamó—. Seguro que Venom es el orgulloso padre.

Nos abrazamos, compartiendo el momento de felicidad en medio de todo el caos. Por un breve instante, el peso de nuestra farsa se desvaneció y solo éramos dos personas que se amaban, compartiendo una buena noticia.

Pero pronto la realidad nos golpeó de nuevo. Sabíamos que, para los demás, teníamos que seguir con el espectáculo de nuestras peleas y nuestro distanciamiento. No podía permitirme bajar la guardia, ni un segundo, si queríamos mantener nuestro secreto a salvo.

Suspiré, recargando mi cabeza en el hombro de Max—. A veces es agotador—admití—. Todo esto… pelear, fingir, mantener las apariencias.

Max acarició mi cabello con ternura—. Lo sé—dijo suavemente—. Pero lo hacemos por nosotros. Para proteger lo que tenemos. Y vale la pena.

Con el paso de las semanas, dejé de montar a Princesa. Su embarazo progresaba, y no sabía con certeza cuánto tiempo faltaba hasta que una mañana, su relincho descontrolado me despertó.

Corrí hacia el establo, y papá me siguió de cerca. Al llegar, la escena era caótica. Princesa estaba en pleno trabajo de parto, su respiración era rápida y entrecortada, y sus ojos reflejaban tanto el esfuerzo como el miedo.

—Está en labor de parto —dijo papá, claramente preocupado.

Intenté calmar a Princesa, acariciando su lomo y susurrando palabras tranquilizadoras. No había pasado ni una hora cuando Antonio apareció corriendo desde la casa, su rostro pálido de preocupación.

Wildest dream || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora