Los primeros días con Jos en Mónaco fueron un torbellino de emociones y situaciones nuevas. Jos me recibió con una sonrisa triunfante, una sonrisa que no había visto en mucho tiempo. Pensé que tal vez las cosas podrían ser diferentes esta vez, pero pronto me di cuenta de que estaba equivocado.
La rutina de entrenamiento era brutal. Desde el amanecer hasta el anochecer, mi vida giraba en torno a los coches y las carreras. No había espacio para la debilidad ni para los errores. Jos no toleraba nada que no fuera la perfección. Cada pequeño error era castigado con palabras duras, y en ocasiones, con castigos físicos que dejaban moretones en mi cuerpo y en mi alma.
Las sonrisas que mostraba en público eran solo una fachada. Cada vez que había una cámara cerca, tenía que sonreír y actuar como si todo estuviera bien. Jos me obligaba a asistir a cenas y eventos sociales con modelos y celebridades. Era su manera de construir mi imagen pública, de hacerme ver más interesante, más deseable para los patrocinadores y el público. Pero en realidad, cada una de esas citas era un recordatorio de lo lejos que estaba de la vida que realmente deseaba.
Por las noches, los ataques de ansiedad me golpeaban con fuerza. Mi mente no podía dejar de pensar en Sergio, en cómo lo había dejado, en cómo le había mentido para protegerlo. Me encerraba en el baño, tratando de controlar mi respiración, sintiendo que las paredes se cerraban a mi alrededor. La presión de ser perfecto, de cumplir con las expectativas de Jos, era sofocante.
En una de esas noches, después de una cena especialmente agotadora, no pude más. Estaba en mi habitación, mirando el techo, sintiendo que mi corazón latía tan rápido que podría explotar. Jos había insistido en que asistiera a una gala con una modelo que no dejaba de hablar sobre sí misma. No podía concentrarme, no podía fingir más. Salí al balcón, buscando aire fresco, pero la ansiedad no me dejaba respirar.
Recordé a Sergio. Pensé en cómo se reía, en cómo su presencia me daba paz. Lo extrañaba más de lo que podía soportar. Mis pensamientos se nublaron y antes de darme cuenta, estaba llamándolo, aunque sabía que no contestaría.
—No puedo más—susurré, la voz rota, sabiendo que nadie me escuchaba.
Al día siguiente, Jos me arrastró a una entrevista televisiva. Me maquillaron para ocultar las ojeras y los moretones. Sonreí frente a las cámaras, respondiendo preguntas sobre mi "increíble" vida en Mónaco, sobre lo emocionado que estaba de competir. Pero por dentro, me sentía vacío. Cada palabra era una mentira, cada sonrisa una máscara.
Los días se convirtieron en semanas, y luego en meses. Cada día era una lucha por mantener la fachada, por no dejar que Jos viera cuánto sufría. Pero la verdad era que me estaba desmoronando. Cada noche, los ataques de ansiedad volvían, más intensos que antes. Y cada mañana, me levantaba con la esperanza de que tal vez, solo tal vez, podría encontrar una manera de regresar a la vida que realmente deseaba, a la vida que había dejado atrás.
Pero por ahora, estaba atrapado. Tocado, pero no vencido. Me aferraba a la esperanza de que algún día, de alguna manera, podría escapar de esta prisión dorada y encontrar el camino de regreso a Sergio.
La discusión con Jos había comenzado como muchas otras, con gritos y recriminaciones. Estábamos en el garaje, rodeados de coches y herramientas, y la tensión era palpable. Jos estaba furioso porque había cometido un error durante el entrenamiento, y yo estaba harto de sus constantes críticas y su falta de empatía.
—¡Nunca serás lo suficientemente bueno si sigues cometiendo estos errores estúpidos! —gritó, su rostro rojo de ira.
—¡Estoy haciendo lo mejor que puedo! —repliqué, mi voz temblando de rabia y frustración. —¡No soy perfecto!
ESTÁS LEYENDO
Wildest dream || Chestappen
Fiksi PenggemarKelly y Antonio se habían conocido en sus años universitarios. Su amor fue intenso y apasionado, llevándolos al altar donde prometieron amarse para siempre. Fruto de esa unión nacieron Sergio, Antonio y Paola. Sin embargo, como muchas historias de a...