Embarazo

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La noticia nos dejó a todos con la boca abierta, incapaces de procesar lo que acabábamos de escuchar.

—¡Estoy embarazada! —anunció mamá, su voz llena de alegría mientras nos mostraba una ecografía.

La habitación quedó en silencio. Nadie dijo nada al principio, todos simplemente intentábamos asimilar la noticia.

—¿Acaso ustedes no conocen los condones? —Max fue el primero en romper el silencio, su voz llena de molestia—. Somos trece viviendo en esta casa, ya no necesitamos que se reproduzcan más.

—Estoy de acuerdo —Victoria se sumó, cruzando los brazos—. Además, es arriesgado, mamá. Tienes casi cincuenta años.

—Cuarenta y tres —corrigió mamá rápidamente.

—Como sea, es peligroso —Victoria rodó los ojos.

—Mamá, por primera vez estoy de acuerdo con los hermanos de Mal —dije, usando el apodo que solíamos darles, provocando una mueca indignada en Max y Victoria—. Es peligroso y ya somos muchos.

Mamá, visiblemente herida por nuestra reacción, comenzó a sollozar.

—No entiendo por qué son así —dijo al borde de las lágrimas—. Este hijo es una bendición.

Papá la abrazó, tratando de consolarla, pero su propia expresión mostraba confusión y preocupación.

La tensión en la habitación era palpable. Antonio y Paola intercambiaron miradas de preocupación. Pedro y Patricio parecían tan desconcertados como yo. Catalina y Cecilia estaban en silencio, sus rostros reflejando una mezcla de emociones.

—Mamá, es solo que... —intenté encontrar las palabras adecuadas, pero Max me interrumpió.

—No puedes esperar que aceptemos esto sin más —dijo, su voz aún llena de irritación—. Ya es bastante difícil con todos aquí, y ahora quieres traer a otro niño al mundo en estas circunstancias.

—Max, cálmate —dijo papá, aunque su tono carecía de la firmeza habitual—. Esta no es la forma de manejar esto.

—¿Y cuál es la forma, entonces? —Victoria lo retó—. Fingir que todo está bien cuando claramente no lo está.

Mamá rompió a llorar aún más fuerte, y papá la abrazó con más fuerza.

—Este bebé es una bendición, y no voy a dejar que ninguno de ustedes me haga sentir de otra manera —dijo mamá entre sollozos.

El ambiente era irrespirable. Sentí una oleada de impotencia y tristeza. Por un lado, entendía la alegría de mis padres ante la llegada de un nuevo bebé, pero también compartía las preocupaciones de mis hermanos. La situación ya era complicada y agregar un bebé a la mezcla parecía una locura.

Finalmente, decidí salir de la habitación. Necesitaba aire, necesitaba pensar. Me dirigí al porche y me dejé caer en una de las sillas, mirando el cielo teñido de naranjas y rosados por el atardecer. La noticia aún giraba en mi mente, y no podía evitar preguntarme cómo íbamos a manejar esto.

Mientras el sol se escondía en el horizonte, una sensación de incertidumbre se asentó en mi pecho. El futuro se veía más incierto que nunca, y no tenía idea de cómo íbamos a enfrentar los desafíos que venían. Pero una cosa era segura: las cosas estaban a punto de cambiar, y no tenía ni idea de si sería para mejor o para peor.

El día siguiente, el ambiente en la casa seguía tenso. Max no dejaba de expresar su indignación, mientras que Victoria parecía haber aceptado la situación, aunque de mala gana.

—¿Qué opinas de esto? —me preguntó Max, sin dejar de dar vueltas por la habitación como un león enjaulado.

—No importa lo que opine, mamá lo tendrá y será uno más de nosotros —respondí, alzando los hombros con resignación.

Wildest dream || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora