Tornado

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Corría hacia el establo después del aviso de los fuertes vientos y de la inminente tormenta, me movía rápido para asegurarme de que los animales estuvieran a salvo.

—¡Max, diles que vayan al sótano! —grité sobre el rugido del viento.

—¡¿Qué hay de ti?! —me respondió, su voz apenas audible.

—¡Iré a cerrar el granero! —contesté, corriendo hacia el granero mientras el viento azotaba con fuerza, haciéndome tambalear.

Al llegar al granero, luché contra las ráfagas para cerrar las puertas. Justo cuando terminé, levanté la vista y vi un tornado formándose a lo lejos, acercándose rápidamente. Mi corazón se aceleró al darme cuenta de que no alcanzaría a llegar a la casa a tiempo.

Abrí de nuevo el granero y me apresuré hacia el pequeño sótano donde guardábamos las herramientas. Baje las escaleras rápidamente, cerrando la puerta detrás de mí. Me acurruqué en una esquina, abrazándome a mí mismo, el miedo apretando mi pecho mientras los sonidos de la tormenta se intensificaban afuera.

—¡Sergio! —escuché el grito de Max desde afuera.

Abrí la puerta del sótano y lo vi luchando contra el viento, tratando de mantener el equilibrio.

—¡Corre, aquí estoy! —le grité, agitando los brazos para llamar su atención.

Max corrió hacia mí, sus movimientos erráticos debido a la fuerza del viento. En cuanto estuvo dentro, cerré la puerta rápidamente. Afuera, el rugido del tornado era ensordecedor, un sonido que hacía temblar el suelo bajo nuestros pies.

Nos acurrucamos en el sótano un buen tiempo, la madera crujía y el viento aullaba como una bestia salvaje. Cerré los ojos, tratando de calmarme, pero entonces sentí a Max golpear desesperado la puerta del sótano con fuerza.

—Tenemos que salir de aquí — susurro alejándose.

—¿De que hablas?

—¡Abre! —gritó, su voz llena de desesperación.

—Max, hay un tornado afuera, ¡es peligroso! —traté de razonar con él, pero él seguía golpeando la puerta frenéticamente.

—¡Abre! —insistió, su voz quebrándose.

—¡No lo haré! —respondí, tratando de mantenerme firme.

—Papá, por favor —rogó de repente, su voz llena de una angustia que no había escuchado antes. Fruncí el ceño, confundido. ¿Por qué pedía eso?

—Papá, abre —seguía murmurando, su voz convirtiéndose en un sollozo incoherente.

—Max —intenté calmarlo, pero él se alejaba, atrapado en su pánico.

—¡Papá! —susurraba una y otra vez, perdido en su trance, su cuerpo temblando.

La angustia en su voz me desgarraba por dentro. Me acerqué lentamente, tratando de no asustarlo más.

—Max, estoy aquí —dije suavemente, extendiendo una mano hacia él—. No estás solo.

Las paredes de madera crujían con cada ráfaga de viento, y el aire se sentía pesado, casi asfixiante. Max no dejaba de moverse, sus ojos desorbitados buscando una salida desesperada.

—Por favor, papá —murmuraba, tapándose la cabeza con los brazos como si esperara un golpe inminente.

El miedo en sus ojos me paralizó por un instante. No solo estaba lidiando con el terror del tornado, sino con algo mucho más profundo y oscuro.

—¡Max, mírame! —le grité, acercándome como pude en el espacio reducido—. No hay nadie allá afuera.

—¡Él está enojado y vendrá por nosotros! —me empujó con fuerza, sus movimientos frenéticos—. Necesitamos salir de aquí, las paredes se están encogiendo.

Wildest dream || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora