Había esperado que Max viniera tras de mí. Cada vez que escuchaba un auto acercarse o un sonido de pasos en la puerta, mi corazón se aceleraba con la esperanza de que fuera él, de que me dijera que todo era falso, que no me había abandonado. Pero Max nunca llegó. No entendía cómo es que me había dejado engañar, cómo pude pensar que nunca nos iba a separar. A la vez, recordaba todos los momentos que creí especiales, cada caricia y cada susurro compartido. Esos recuerdos solo aumentaban mi confusión y dolor.
Al regresar mis papás junto a mis hermanos más tarde, a excepción de César, quien permanecía en el hospital, mis días se volvieron automáticos. Me movía como un fantasma por la casa, haciendo lo mínimo necesario para no levantar sospechas. Casi no comía porque sentía que no lo merecía, la comida me provocaba repulsión. El solo pensar en comer me daba náuseas, como si mi cuerpo rechazara cualquier intento de alimentarlo.
Los mareos y los vómitos volvieron, provocados por el estrés y mi falta de apetito. A veces, apenas podía levantarme de la cama. Pasaba la mayor parte del día acurrucado en mi habitación, luchando contra las olas de náuseas que me golpeaban constantemente. Los mareos eran tan intensos que sentía que el suelo se movía bajo mis pies, y mi visión se nublaba.
Intentaba mantenerme fuerte por César, sabiendo que él necesitaba a su familia unida. Pero cada vez que entraba en su habitación y veía su cama vacía, un dolor agudo atravesaba mi corazón. No podía evitar sentir que todo esto era mi culpa. Mi mente se repetía una y otra vez que había fallado, que no había estado allí para proteger a mis hermanos.
Mis hermanos, preocupados, intentaban hablar conmigo, pero yo me cerraba en banda, incapaz de compartir el verdadero motivo de mi sufrimiento. No podía contarles sobre Max, sobre lo que habíamos tenido, ni sobre la devastación que sentía al haberlo perdido. Cada vez que me preguntaban qué me pasaba, simplemente le decía que estaba preocupado por César. Era la única excusa que podía dar sin romperme por completo.
Mis noches eran aún peores. Me acostaba con la esperanza de que el sueño me diera un respiro de mi dolor, pero en lugar de eso, los recuerdos de Max inundaban mi mente. Recordaba sus besos, su risa, la manera en que me miraba como si yo fuera lo más importante en su vida. Esos recuerdos solo intensificaban mi sufrimiento, haciéndome desear más que nunca que las cosas pudieran ser diferentes.
A veces, sentía que no podía seguir adelante, que el peso de mi culpa y mi pérdida era demasiado para soportar. Pero entonces pensaba en César, en lo mucho que necesitaba que su familia estuviera allí para él cuando saliera del hospital. Y aunque cada día se sentía como una batalla interminable, me obligaba a seguir adelante, esperando que algún día el dolor disminuyera y pudiera encontrar una manera de vivir sin Max.
Dos días después de que Max se fue, pensamos al principio que solo había ido a visitar a Jos. Mamá intentaba mantener la calma, convencida de que pronto volvería a casa. Sin embargo, la tensión era palpable. La ausencia de Max dejó un vacío en la casa que ninguno de nosotros podía llenar.
Todo cambió cuando mamá recibió una notificación por parte de sus abogados. La noticia cayó como una bomba. Al enterarse de que Max había decidido vivir ahora con Jos, mamá enloqueció. Marcó desesperada a sus abogados, esperando que hubiera algún error, que pudieran revertir la situación. Pero no podían hacer nada. Max y Jos habían ido ante un juez que autorizó la tutela de Max a Jos. El sistema legal había fallado en protegernos, y mamá se sentía impotente.
Para Victoria, la noticia fue devastadora. Se sintió abandonada por Max, a quien siempre había considerado su único hermano de verdad. La veía llorar en silencio, sus ojos reflejando una tristeza y una traición profundas. El Max que ella conocía nunca la habría dejado atrás, y ahora, no solo había perdido a su hermano, sino también a un confidente.
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Wildest dream || Chestappen
Fiksi PenggemarKelly y Antonio se habían conocido en sus años universitarios. Su amor fue intenso y apasionado, llevándolos al altar donde prometieron amarse para siempre. Fruto de esa unión nacieron Sergio, Antonio y Paola. Sin embargo, como muchas historias de a...