CAPITULO 3. CLUB

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Sophia McAdams

―¿Qué harás esta noche? ―Aria, su amiga, le preguntó por llamada, desde que ella abrió la puerta del apartamento.

Sophia estaba acostumbrada a que su intensa amiga, de ojos verdes y mirada traviesa, con curvas sumamente marcadas y piernas interminables, fuese la incitación a lo prohibido, la que en todo momento la invitara a ir a clubes nocturnos y a botar el golpe, como normalmente ella decía.

Sophia no era mucho de salir, no le gustaba andar en el medio, pues para ella, estar en lugares que involucraban alcohol, sexo desenfrenado, citas con desconocidos llenos de tatuajes, podía acabar mal, pues a temprana edad, había perdido a una de sus vecinas de esa manera.

Chapada a la antigua posiblemente, pero se recordaba constantemente que era mejor prevenir que lamentar.

―No lo sé, en verdad el día de hoy fue un poco agotador ―le dijo colocando la cartera sobre la mesa del comedor y abriendo la nevera para servirse un vaso de jugo de naranja.

Puso el celular en altavoz para poder tomarse el jugo con tranquilidad.

―¿Agotador, Sophia? ¿En tu primer día de trabajo ya estás diciendo que fue agotador? ¡Por Dios! ¡Si tienes tres meses que no trabajas! ―se burló Aria.

No importaba qué tan depresiva se encontrara, no importaba que emocionalmente se sintiera inestable, Aria Douglas, siempre estaba presta para darle con un bate de béisbol en la cabeza y traerla a la realidad.

Aunque en ocasiones esa realidad no era la misma que Sophia vivía o deseaba vivir.

―Sí, linda. Tengo tres meses sin trabajar, pero el día de hoy he encontrado una cantidad de papeles y documentos sin archivar cronológicamente que ni te imaginas. El escritorio estaba hecho todo un desastre, tengo pendientes que estoy casi segura pasaré una semana completa cumpliendo, y para colmo, esta noche quiero terminar por fin mi relación con Hermes. ―Tomó aire al terminar de hablar, en verdad sentía que su día había sido terrible.

Decirlo en voz alta era un desastre, aunque le dolía un poco al pensar en la reacción que el hombre, con el que se había estado viendo por todo ese tiempo, iba a tener cuando le dijera que ya no deseaba continuar; lo cierto era que no le dolía cómo debía de haber sucedido, no le partía el corazón ni tampoco le provocaba soltar un llanto descontrolado.

La idea de no tenerlo cerca no le causaba pena ni desasosiego, en cambio, la hacía sentirse extrañamente esperanzada.

Porque en verdad no se sentía a gusto con él, no estaba siendo complacida como ella sabía que merecía; de la única manera que podía llegar al orgasmo, era si se lo provocaba ella misma, después de un par de copas de vino se olvidaba que él no podía satisfacerla como ella merecía.

¿Acaso era mucho pedir? ¿Era mucho desear poder subir al cielo, alcanzar las nubes, tocar las estrellas, tomarse una piña colada mirando el atardecer en una sensación orgásmica extraordinaria?

¿Era mucho pedir para una joven de tan solo veintiséis años?

Ella entendía que no. No lo era, no podía serlo.

Se suponía que a esa edad es cuando más se experimentan cosas, cuando se conoce el cuerpo tanto del hombre como de la mujer. Entre los veintiuno y los treinta es la etapa perfecta para saber qué se quiere de la vida, tanto a nivel personal, profesional, como sexual; y perder el tiempo con alguien que no te hace sentir bien en todos los aspectos, no es correcto.

Es literalmente una pérdida de tiempo.

―No puedo creer que ya te decidieras a salir de ese energúmeno. Ya era hora que te dieras cuenta que no es para ti. Puede ser todo lo lindo que quiera.... Pero le falta vida. ¡Le falta sabor!

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora