CAPITULO 11. LEO SANDOVAL

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Sophia McAdams

—¿Estás bien? ―fue lo primero que escuchó cuando abrió la puerta al día siguiente.

—No me secuestró, violó, ni me ató a su cama —le respondió moviéndose de la entrada para dejar que Aria entrase a su apartamento.

Su amiga iba ataviada en un vestido de rayas verticales de color rojo y blanco, el cual dejaba ver sus bronceada y muy torneadas piernas, así como unos pies con pedicura recién hecha.

—¡Uy! Que cara —dijo al cerrar la puerta―. ¿No fue tan bueno como pensaste? Juraba que ese bombón podía dar mucho más.

Aria la persiguió hasta la habitación, donde Sophia terminaba de alistarse para ir a su segundo día de trabajo, con una migraña que le estaba haciendo dudar de todo en su vida. ¿Por qué razón bebió tequila?

Ah, sí. Recordó molesta.

¡Por la tonta de Aria!

—Toma ―Aria sacó de su bolso Chanel un frasco con pastillas―. Pensé que ibas a necesitar esto, y por la cara que tienes y esas ojeras tan horribles, creo que no me equivoqué.

—Todo esto es tu culpa ―siseó arrebatándole el frasco—. Fue tu estúpida idea ir a ese estúpido club y tomarnos esos estúpidos chupitos de tequila.

—Demasiados estúpidos en una oración, linda ―se mofó su amiga―. Cuéntame de una puta vez qué pasó. ¿No te comió la...?

Le señaló su vientre subiendo las cejas descaradamente.

—¡Aria! ―exclamó tirándole lo primero que encontró, que fue tristemente la almohada.

Deseaba pegarle con algo más fuerte.

—Ah, ya sé. ¡Te la tiró en la cara! Sé que eso no te gusta y te pone de humor de perros ―ella hablaba del sexo y perversiones como si tal cosa, como si fuesen detalles sin importancia.

O tal vez el problema allí era que, Sophia les daba demasiada importancia a las relaciones sexual es.

Eran polvos simplemente.

¿Por qué diablos complicarse?

«Porque te cogiste al mano derecha del dueño de la compañía.

Porque fácilmente estás sin trabajo para cuando llegues hoy.

Porque te lo hizo rico como ningún otro, pero él es intocable.»

—¿Sophia? ―Aria la miraba como si comenzará a preocuparse, frunció el ceño y se mordió el labio inferior pintado con un brillante labial rosa―. Dime que usaste condón. ¡Fue lo único que te dije! ¡La única mierda que te aconsejé! ¡Nunca se folla con un tipo de un bar sin preservativos!

—¡Qué no es cualquier tipo de un bar! ―subió la voz para darse a valer. Ella no era una niña, aunque Aria siguiera pensando que era menor.

Sí, era cierto, no tomaba las mejores decisiones en cuanto al género masculino se tratase, pero no era idiota, y ya estaba harta de los consejos innecesarios de su mejor amiga.

Ella la había cagado, y estaba segura que Aria no le daría importancia a el pequeño factor de que se había acostado con Leo Sandoval.

Bueno, acostado significaría que había tenido sexo sobre una cama... Y no en la cocina del departamento de Leo.

—Es un compañero de trabajo ―admitió agachando la cabeza y tocándose el puente de la nariz. La migraña iba a matarla.

Abrió el frasco y se introdujo una de las pastillas sin tomar siquiera agua.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora