CAPITULO 14. INCÓMODA

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Después de incómodas horas de trabajo, mirando sobre su hombro a la espera de que Leo apareciera en cualquier momento para burlarse de ella, o para invitarla a su apartamento otra vez, no entendía sus sentimientos encontrados. El hombre era el más odioso y petulante que había conocido en su vida y, aun así, era el único que no había salido de su cabeza.

La decepción fue la única que llegó ese día a la vida de Sophia, esas nueve horas de trabajo fueron eternas para ella y su cordura.

¿Decepción? ¿Pérdida de neuronas por un polvo era posible?

Seguro que, después de todo, uno subía al cielo y bajaba en picada.

Sin lugar a dudas de lo que sucedia allí, supo que justo cuando él le metió los dedos hasta el fondo y la hizo llegar al orgasmo; estaba segura que al pegar la cabeza a la puerta, sus neuronas habían colisionado y explotado de forma estrepitosa.

Provocando que ahora estuviera en ese estado de confusión y deseo de ser poseída por ese demonio del sexo, otra vez.

—¿Te vas? ―Era la recepcionista chismosa y entrometida.

Sophia miró su nombre en el gafete que tenía pegado a la camisa.

—Hola, Merly. ―Siempre le gustó llamar a todo el mundo por su nombre. Odiaba los apodos.

Excepto pelirroja.

Ese apodo no lo odiaba, no, para nada.

Lo aborrecía.

Se preguntó silenciosamente si había algún otro sinónimo un poco más fuerte que aborrecer.

—¡Qué linda! ¡Te sabes mi nombre! ―La chica sonrió tontamente sin darse cuenta que lo llevaba en la camisa y por eso ella lo había sabido.

—¿Vas de salida también? ―preguntó amablemente, mientras ambas cruzaban la entrada.

—Sí. Un día intenso. ¿Te gustaría salir conmigo hoy? ―pregunto sin más―. He quedado con dos amigos y pues, ya que hoy es tu segundo día, me gustaría que fuéramos amigas. Sé lo difícil que es llegar a una empresa donde nadie te conoce y lo sola que una se puede sentir.

¿Amigas? ¿Estaban en básica o secundaria?

Sophia comenzó a sospechar que Merly no tenía muchos amigos.

Y bien que le haría tomarse unos tragos esa noche.

Pensó en el sostén extra que llevaba en su cartera, gracias a Leo Sandoval.

Merly la miró expectante, se mordió el labio inferior y apretó el tiro de su cartera.

La chica llevaba un pantalón de tela fina de color negro y una camisa blanca casi transparente, pues de lejos se notaba el color negro de su sostén. Era linda, coqueta de una forma tradicional, de ojos cafés tan grandes que parecía un búho, su cabello oscuro y ondulado le bajaba hasta las caderas. Debía rondar los veintitantos, aunque lo cierto era que no se había tomado el tiempo para hacer esas preguntas personales.

Excepto interrogarla sobre Leo.

Leo Sandoval.

Merly le dio toda clase de información en las primeras horas en la empresa.

La chica no había tenido reparos en contarle cómo Leo Sandoval se había cogido a media Mega Inversiones.

El hombre era un puto perro de la calle.

Lo odiaba por eso.

Y lo más grave era que no entendía la razón de su rabia, ese no era su problema, Leo Sandoval no era su problema.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora