CAPITULO 7. SOLTARSE

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Sophia Douglas.

Sophia salió a toda velocidad del baño, como si el mismo demonio la estuviera persiguiendo, tocando casi sus zapatos de tacón. Caminó de prisa atravesando todos los cuerpos sudados que estaban bailando en la pista de baile, gozando de lo lindo mientras ella estaba temblando de cuerpo completo. Se apresuró todo lo que sus tacones le permitieron, dando grandes zancadas para poder llegar a la barra, donde había dejado a su amiga Aria.

¿En qué estaba pensando? Se preguntó mientras caminaba deprisa.

¿En qué demonios había pensado cuando le había bajado el pantalón a Leo Sandoval? ¿Acaso estaba loca? ¿Había perdido el juicio al terminar con Hermes? ¿Acaso pensaba que esto no iba a tener consecuencias?

¡Mierda, mierda, mierda! Se dijo una y otra vez, murmurando mientras caminaba por todo el bar.

¿Por qué demonios había tenido que ir a un bar tan grande, tan espacioso y aún así tan lleno de gente por la inauguración?

—Nos vamos ―le dijo nada más ver a Aria—. Nos vamos pero ya.

—¿Te has vuelto loca? ¡No tenemos ni media hora aquí! —Aria gritó para hacerse escuchar, pues la música del club estaba bastante alta.

Las luces colgadas como esferas de colores, le comenzaban a molestar en los ojos a Sophia.

—¿Recuerdas cuando me dijiste que estaba soltera y que hiciera lo que quisiera? ¿Recuerdas lo de la noche loca?

Aria abrió los ojos de par en par y se acercó hasta que sus cuerpos se apretujaron en un abrazo.

—¿Qué hiciste, maldita zorra? ¿Ya te co...?

—¡Sshh! —chilló ella casi perdiendo los estribos—. Metí la pata. ¡La metí hasta el fondo!

—¡Oh no! ¡Eso sí que no! Esta noche no se vale arrepentimientos. A quién te cogiste que se joda. No buscas relación. Hay muchos peces en el mar. Es más, si viene y se acerca, déjamelo a mí, yo me encargo de despacharlo.

Y no lo dudaba.

Aria podía ser un dulce caramelo de navidad o una maldita perra, todo dependía de quien la encabronara.

—Me molesta tu cara ―Se giró al barman y gritó con las manos en ambos lados de la boca para que su voz sonara más alta—¡Tequilas! ¡Con limón y sal!

—Aria...

—¡Dobles! ¡Que sean dobles y hasta que el cuerpo aguante!

Se rio como tonta y le pasó el chupito, mirándola como si fuera capaz de pegarle si no se tomaba el tequila.

Sophia miró a todos partes, ella sabía que, en cualquier momento, Leo vendría a buscarla.

¡Lo había dejado con una maldita tienda de campaña entre las piernas!

Al ser hija única, su mamá se esforzó para que nadie le hiciera daño, prepararla para un mundo despiadado, lleno de malhechores, drogadictos, abusivos y manipuladores.

—Nunca le aceptes tragos a nadie. Luego se creen con el derecho de tocarte y cobrarse el costo de la bebida con tu cuerpo.

Mamá, la gente no hace eso. ―le decía ella entre risas y sonrojos.

—Fui joven una vez, mi dulce Sandia ―su madre la llamaba así por las pintas claras que traía la sandía, tal y como era ella, con las pecas por todas partes—. Fui joven y muy atractiva. Podía tener sexo con quien quisiera.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora