Capitulo 29. Enamorada

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—¡Dios mío! Sabes increíble. Eres definitivamente contraproducente para mí.

La increíble química que ambos habían tenido desde el momento en que se vieron por primera vez en Mega Inversiones, se hacía cada vez más fuerte, cada vez más intensa.

Leo volvió a besarla, reclamando su boca, mordiendo suavemente sus labios, entrando su lengua y retando a la de ella a una danza de placer .

No podían fingir que lo que había entre ellos no existía, era agotador, era estúpido intentar evitar que lo que había entre ellos sucediera.

La apoyó contra la pared y ella sintió el frío en su piel, pero esto no le incomodó, todo lo contrario, se atrevió a pegar más su pecho al cuerpo de Leo, que la tenía acorralada y aun así su libido subía cada vez más. No tenía idea de que aquello de que alguien más llevara el control le ponía tanto. Le hacía desear ser sometida, atada, amarrada y que Leo la poseyera de todas las maneras posibles.

Observó que la miraba fijamente a los ojos y comenzó a sentir dudas de repente. A lo mejor estaba cometiendo una estupidez.

Otra estupidez, pensó levemente incómoda.

Tal parecía, que estar junto al Leo, la impulsividad llegaba por añadidura.

—Leo, yo... —susurró ella mirándola a los ojos, la garganta la tenía seca y se lamió los labios buscando recomponerse lo suficiente para decirle...

¿Para decirle que? No tenía idea de porqué sentía dudas de repente. ¿Justo ahora su cerebro decidía encenderse y hacer uso del buen juicio?

Unos ojos azules tan intensos como el mar le devolvieron la interrogante, mientras no dejaba de sentir sus manos por todo su cuerpo.

—Ya te lo he dicho... no nos conocemos... tú y yo no sabemos nada uno del otro.

—Eso no nos ha detenido todas las veces que lo hemos hecho. Eso no detuvo que yo... —Bajó una de sus manos por su abdomen, por sus caderas, apretándola contra él, haciendo que ella sintiera su erección pegada a su vientre, metió una de sus manos entre sus piernas y Sophia aguantó el impulso de gemir por el gusto de tener sus dedos junto a su sexo.

Leo la acarició y ella cerró los ojos degustando la sensación de pleitesía.

—¡Oh! ¡Vas a matarme! —susurró gimiendo.

—¿Ves lo que te digo? Nada nos ha detenido y nada nos va a detener.

—Las veces anteriores fueron distintas. Fue diferente —murmuró mientras le acariciaba el pecho a Leo con sus manos pequeñas y delgadas, con las uñas pintadas de rojo destacando sobre la tela blanca de la camisa de él—. Eso fue... Distinto...

Y lo había sido, se dijo conforme. Esa era la verdad. Las demás veces fue diferente porque no se había sentido tan atraída por él. Lo que comenzaba a desarrollar por Leo era distinto, era un nivel de complejidad emocional diferente.

Elevado.

Deseaba saber más de él, conocerlo, saber por qué razón se irritaba con tanta facilidad hasta el punto de querer hacerse daño a sí mismo.

Leo bajó la cabeza hasta sus senos y los sacó del vestido, a la vez que con la otra mano continuaba acariciando su vulva.

Sintió que dos dedos invadieron su cavidad y su vientre vibró caliente y gozoso. Se mordió los labios para evitar gritar y que los vecinos subieran a su apartamento para ver si alguien intentaba asesinarla.

Pero el único que estaba volviéndola loca, el único que quería matarla de placer, era Leo Sandoval.

—¿Qué lo hace diferente? Nada ―él no dejó que ella respondiera, pero Sophia tampoco quería decirle que se estaba compenetrando a ese nivel con él.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora