CAPITULO 21. INTENSIDAD

33 2 0
                                    


Sophia McAdams

Los nervios eran algo traicioneros, sin embargo por primera vez en su vida, estaba segura de lo que deseaba, estaba segura de que quería pasar la noche con Leo, quería sentir su cuerpo junto al de ella, quería disfrutar cada centímetro de su piel, gozar al tener dentro de ella el miembro viril y fuerte de él. Leo la había poseído y llenado como nunca nadie lo había hecho.

Seguía concentrada, mirando la calle, intentando ver solamente los carros que pasaban cerca de ellos, Leo iba manejando a toda velocidad, pero sin cometer faltas. Intentó mantener la vista fija en la carretera y no en el magnífico rostro que tenía al lado, no en Leo y sus grandes ojos penetrantes, su mirada franca, no en cómo tenía la mano entrelazada con la de ella, justo encima de la palanca de cambios, aunque el Mercedes fuera un carro automático.

Él era un hombre peligroso, definitivamente el más peligroso que había conocido en su vida, sin embargo no podía evitar sentirse cautivada por su presencia, por su indomable belleza y por su arrogancia, en especial por la tercera. ¿qué estaba mal con ella?

¿Cómo era posible que un hombre así la cautivara y resultara un enigma para ella?

¿En qué momento había dejado de buscar un hombre de flores y chocolates?

¿Cuándo había dejado de soñar con uno que la llevara a cenar y que terminara la noche dándole un beso casto en los labios debajo de la bombilla?

¿En qué momento ella había comenzado a preferir a los malos? A esos que, a simple vista, parecían tener tantos problemas.

Leo Sandoval era uno de esos hombres. De esos problemáticos, de esos tóxicos, de esos que te envuelven, que te son francos, de los que te dicen que no pueden mantener una relación sentimental con ninguna mujer. De los que no se pintan de caballeros en armaduras porque simplemente desean pasar el rato contigo y así te lo hacen saber.

Ella recostó la cabeza en el cristal de la ventana y cerró los ojos disfrutando de las letras de la canción de Michael Bublé, Feeling Good.

Esa canción siempre le había gustado, tan sensual, tan distinta al ruido que ahora se había vuelto popular. Ese hombre, con su voz, devolvía a la vida los años donde se podía enamorar con un baile sensual. Uno no tan ardiente como el de ellos dos en la puesta del club. Sus mejillas tuvieron la delicadeza de sonrojarse al recordar el espectáculo que había dado.

Su corazón palpitaba deprisa, desesperado y no porque estuviera cometiendo un error, porque estaba segura de que esto iba a ser un error y le iba a pesar tiempo después, pero también estaba segura de que jamás olvidaría una noche con Leo Sandoval, una más, considerando que no había podido pasar cinco minutos del día sin que el cuerpo desnudo de Leo apareciera de repente en su mente, sin pensar en cómo ella había vibrado bajo su toque, y como habían compartido besos capaces de provocarle humedad entre las piernas. No, definitivamente su corazón no latía deprisa por esto, latía deprisa por las ansias de ya ser adorada y venerada como solo Leo había logrado hacerla sentir.

No se dijeron una sola palabra en todo el trayecto, simplemente se dedicaron a pensar cada uno por separado, sin mirarse en ningún momento. Leo estaba concentrado en la calle, en las luces, en cada semáforo, respetaba cada una de las señales de tránsito, no se robó ni un solo semáforo en rojo, se detenía, pero no la observaba, y esto solamente aumentaba el nerviosismo de Sophia, que no sabía si él estaba complacido o no. Dirigió la vista por el rabillo del ojo izquierdo y sonrió, el bulto que se notaba en sus pantalones era más que suficiente para saber que el deseo que él sentía por ella aún estaba ahí: perenne, vivo, real.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora