Leo Sandoval
—¿Quién carajo eres tú? Será mejor que te vayas, esto es algo privado. ―El hombre lo miró un segundo y luego volvió a mirar a la pelirroja—. Mi novia y yo estamos resolviendo algo.
—¿Estás bien? ―No entendía su preocupación, era obvio que ella podía controlarlo, con el carácter que tenía, seguro que podía apañárselas sola. Pero no quería dejarla.
—Estoy bien —le respondió ella después de pensarlo unos segundos.
Pero él no se movió de su lado.
—Vete, Hermes. ―Ella no lo miró en ningún momento, sus enormes ojos azules nunca fueron al encuentro de los suyos, pero tampoco se deshizo de su abrazo, no se despegó de su lado—. Terminamos. Tú y yo, ya terminamos. Lo aceptas, lo entiendes y te vas. Eso es todo.
—No quiero que terminemos, mi princesa. No puedes... ―El hombre le lanzó una mirada llena de ira, miró el brazo que lo conectaba con la pelirroja, y de haber podido asesinarlo con los ojos, seguro que Leo estaría siendo apuñalado por cientos de cuchillos en ese mismo instante―. Suéltala.
Leo sonrió, mirando al hombre a punto de explotar que tenía delante. La camisa estaba por fuera de sus jeans, su pelo revuelto indicaba que se había pasado la mano por él en más de una ocasión.
—¿O si no que? ―se burló― ¿Vas a pegarme? ¿Quieres pegarme... —intentó recordar el nombre que ella había pronunciado―... Hermes? Así te llamas, ¿no? Perdona, es que Sophia no ha mencionado tu nombre ni una sola vez. Será mejor que te vayas, si no, me veré obligado a ponerte en un taxi y llevarte a urgencias, porque estoy más que dispuesto a romperte la cara a puñetazos.
—¿Tú... estás con esto? ―El hombre lo miró y casi botó humo por sus fosas nasales. Lo estaba provocando y no tenía razón de por qué. Él no lo conocía, jamás lo había visto, pero como la abeja a la miel, sintió la tentación de acercarse y provocarlo.
—¿Me llamaste... esto? ―Leo se rio sin ganas―. Estás jodido.
—¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme? ―El hombre cambió la cara, estaba deformada por la ira y el despecho― ¡Es una puta! ¡Una maldita puta! Me cortó por teléfono, sin decir nada, sin dar razones. ¡Ella no vale la puta pena!
Sophia se encogió como si el hombre la hubiera golpeado.
—Jódete, Hermes. Que te den por culo.
—Eso quisiera yo, darte por el culo. Pero ya veo por lo que me dejaste. Solo es un ricachón con corbata y zapatos de marca. Terminarás dejándolo, porque tú... ―Levantó el dedo índice y le señaló―... no te sacias con nada. Siempre quieres más. ¿Crees que no lo sé? Tu amiga fue muy específica por teléfono. Eres una putita que quiere que le metan uno por detrás y otro por....
Leo no lo soportó un segundo más, escucharlo le daba náuseas, le incitaba a meterle las palabras por el culo y que se arrepintiera de tratar a Sophia de esa manera.
—Es suficiente. Te vas o te rompo la cara. ―Leo no iba a seguir escuchando la parafernalia despectiva de un subnormal como ese. Estaba jodido, y quería joder a Sophia―. Tal parece que el que no la complacías eras tú, amigo. Conmigo ha gritado como una maldita ninfa del sexo, así que la conclusión es que lo que tienes entre las piernas, solo da cosquillas, amigo.
Todo pasó tan rápido que Leo no tuvo tiempo de prevenir la explosión del ex de Sophia. El hombre soltó un rugido, Sophia un grito ahogado y lo miró con la boca abierta, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Hermes le lanzó un puñetazo en la cara, pero Leo lo esquivó, soltando a Sophia y moviéndose a la derecha, se le fue encima al tipo y le dio un golpe en la nariz, el hombre gritó a pleno pulmón, y se tambaleó, hasta caer de culo en la acera.
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Sí, seré Tuya
RomanceLEO SANDOVAL, UN HOMBRE ARROGANTE Y SEGURO DE SÍ MISMO. TRABAJA DURO Y SIEMPRE OBTIENE LO QUE QUIERE. DEBAJO DE SU FACHADA DE HOMBRE IMPLACABLE DE NEGOCIOS, SE ESCONDE UN HOMBRE CON TRAUMAS DE INFANCIA. SOPHIA MCADAMS LLEGÓ PARA PONER EL MUNDO DE...