CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

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Los días pasaron de prisa, tan rápido que Sophia llegó a preguntarse por momentos, si lo sucedido era producto de su imaginación.

No podía asimilar que una semana dentro de ese bungalow, pudiera pasar sin discutir con él, sin sentirse incómoda o incomprendida.

Leo, sin lugar a dudas, la había sorprendido con su amabilidad y muestras de afecto.

Sabía que conocer a Leo no iba a ser fácil, tampoco esperaba que él fuera soltarle todo lo que había vivido hasta el momento de un sopetón, no le interesaba forzarlo y que luego todo aquello explotara y los distanciara.

Había notado que Leo no reaccionaba bien cuando intentaban decidir por él.

Si algo Sophia tenía claro, era que Leo Sandoval era un hombre de palabra, uno que cuando decidía una cosa, seguiría por ese camino sin importar si en el trayecto se estrellaba y perecía.

Esa semana completa, desayunaron frente al mar, escuchando las olas, disfrutando del pescado frito que le llevaron para almorzar y que siguió repitiendo día tras día. No se cansaba de él. Era un plato que ella realmente no conocía, con plátano verde en pequeñas rodajas fritas llamadas 'tostones', acompañadas de algo que solían decirle pico de gallo. Disfrutó de la estadía en la República Dominicana al máximo.

No fue hasta el sexto día de esa semana, cuando se percató que por lo que ellos habían ido realmente al país caribeño, no lo habían cumplido.

¿Pero quién podía culparla? Al estar en compañía del hombre que ella adoraba, el hombre del cual se había enamorado, no tuvo ojos ni cerebro para nada más.

Parecía más una luna de miel, que una investigación para realizar una compra.

Aquel pensamiento le provocó un pequeño espasmo en su corazón. ¿Luna de miel?

Eso no lo había pensado.

¿Estaría Leo dispuesto a casarse con ella?

A lo mejor era muy pronto para comenzar a maquinar detalles de los cuales aún no tenía respuesta.

En ese momento, el teléfono celular de Leo sonó, el soltó su mano y tomó la llamada.

—Hola ―respondió él, tan reservado y como si la persona detrás de la línea fuera un incordio para él.

Miró hacia el mar intentado no prestarle atención al cambio de actitud de Leo.

No era con ella, se dijo una y otra vez.

Pero no pudo evitar que sus ojos volvieran a posarse sobre él. Su mandíbula se endureció, Sophia notó cómo los dientes se marcaban a través de la piel de la mandíbula de Leo y aquello le causó aún más curiosidad.

¿Quién estaba detrás de la línea que le provocaba ese sentimiento tan intenso?

¿Quién podía ser?

Ellos habían hablado de casi todo lo más relevante. Pero sin tocar el tema de las relaciones, pues tenían cosas más importantes en las cuales invertir su tiempo, una de ellas era hacer el amor varias veces al día.

No obstante, Leo le contó algunos detalles superficiales sobre él. No tenía hermanos, no tenía tíos, sus padres habían muerto uno después del otro, y él había caído en el sistema después de los diez años de edad.

Un pequeño recuerdo que al escuchar sus palabras, las lágrimas comenzaron a salir por sus ojos sin que ella pudiese evitarlo. No pudo, porque sufrió en ese momento, sufrió tanto que lo único que quiso fue ir al pasado y encontrar al pequeño Leo Sandoval, abrazarlo, cuidarlo y protegerlo de todos los males, pero ese pequeño ya no existía, y ahora solo podía hacer alegrar al adulto. Ahora lo único que tenía era a Leo de adulto, ese que se volvía violento por momentos, ese que podía ofender a las personas sin darse cuenta y luego no disculparse.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora