CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

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—¿Me estas jodiendo, cierto? Quieres distraerme de la tormenta y por eso me dices esa estupidez—. No tenía nada de sentido lo que Leo insinuaba.

¿Marcos?

No. Definitivamente aquello era un absurdo.

—Quisiera que fuese para distraerte.

—¿Para qué más sería? ¡Obviamente es para eso!

—No, amor. No es...

—¿Crees que Marcos es mi padre biológico? ¡Es una idiotez! ¡Él no es mi padre¡

—¿Cómo puedes estar tan segura? —Leo se levantó del sofá y se pasó la mano de forma exagerada por el cabello.

—No es posible.

—¿Tu madre sabe que trabajas para él?

Sophia comenzó a hacer memoria ante esa pregunta.

Su madre sabía que trabajaba en Mega Inversiones. James, su padrastro se lo había dicho.

¿Podría su madre estar detrás de todo aquello?

Se levantó impulsivamente y con la escasa luz de la lámpara fue a buscar su móvil.

Entonces recordó que no los habían puesto a cargar por estar distraídos haciendo el amor la noche anterior, y esa misma mañana se había levantado y lo más lejos que tenían era los teléfonos celulares. Incluso habían acordado olvidarse de ellos al menos hasta el último día. Por eso el celular de Leo había sonado tanto esa mañana.

Ella no había revisado el suyo, pero sabía que Aria iba a estar enloquecida de tantas llamadas y mensajes que debía haberle enviado.

Aria nunca había estado sin saber de ella por tanto tiempo.

Tres días era demasiado. Su impulsiva amiga casi debía estar pensando en tomar un vuelo a República Dominicana y aparecerse en el hotel con un equipo de SWAT.

Así de maniática y controladora era su mejor amiga.

—¿Por qué demonios no lo puse a cargar? —exclamó furiosa y tiró el móvil, el cual se estrelló contra el piso y se escuchó el sonar de la pantalla al romperse— ¡Maldita sea! ―volvió a maldecir furiosa.

—Porque tú dijiste que no querías que nos interrumpieran —le recordó el.

—Cállate. No te me hagas el sabelotodo cuando estoy enojada.

Soltó un bufido y Leo se acercó a ella, la abrazó fuerte, mientras las lágrimas comenzaban a bajar por las mejillas de Sophia.

—¡Maldición, maldición! —repitió e intentó alejarlo con los puños, utilizando la mayor cantidad de fuerza que tenía, pero su cuerpo la traicionó y solamente logró acercarlo más—. Esto no puede suceder. Esto... no puede ser cierto. Marcos... él. —comenzó a tartamudear sin poder conseguir formular una oración con sentido.

Era absurdo, tal como ella le había dicho a Leo un momento atrás. ¿Marcos su padre?

No.

Definitivamente aquello no podía ser cierto.

—Nena, no sabes cuánto lamento ser yo el que te comente esto, a lo mejor me estoy equivocando, quizá mi instinto está fallando y Marcos no oculta nada. Tal vez fue solamente una coincidencia que él supiera que debía cuidarte por esta tormenta. Estoy haciendo conjeturas.

—No, maldición. No son conjeturas.

—Si sigues maldiciendo, así voy a tener que llevarte a una institución para malhechores ―él sonrió e intentó tranquilizarla. Hacerle notar que aquello no era tan grande, pero para ella, era más que grande, era algo enorme.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora