CAPITULO 23. PIÉNSAME

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Leo Sandoval

Las horas pasaron deprisa en compañía de la pelirroja. Por extraño que le pareciera, definitivamente no se sentía incómodo con ella, a su lado, en su apartamento, en un espacio que era suyo y nadie más.

Sé levantó despacio para evitar despertarla, habían dormido menos de tres horas, su cuerpo parecía no saciarse de ella, le lanzó una mirada a su miembro y se dio cuenta que estaba listo para hacerlo otra vez.

Esto era nuevo para él, pues incluso con Sasha, los detalles como estos, habían sido mal vistos, ella no deseaba quedarse más tiempo del necesario, pocas veces quería compartir con él una copa de vino y ver una película.

Infiernos, sonaba más cursi que una puta con su primer ramo de flores.

Se entró a la ducha y dejó caer el agua fría en su cuerpo que ardía por la mujer que estaba dormida en su cama.

Le gustaba. Maldita sea. Le gustaba como nunca nadie le había atraído. Sophia era una en un millón.

Sacudió la cabeza al entender esa última frase. Él no estaba dispuesto a nada más que un par de polvos ocasionales y esa mujer parecía querer una relación, y más que nada, merecía tener una, una que fuera digna de ella.

Se maldijo por ser tan idiota.

Debieron ser los tragos que se había tomado antes de encontrarla en la pista de baile del club.

El cuerpo de Sophia se movía muy bien al compás de la música estridente que sonaba a todo dar.

Sus amigas advirtieron su presencia y se alejaron, dejándole el camino disponible para él acercarse.

Su plan inicial había sido verse con Rey, tomarse unos tragos y escuchar lo que el muy idiota tenía que decirle.

Pero su amigo no había llegado.

Así que se pidió otro trago y fue entonces cuando notó el movimiento de su cabello rojo en la pista.

Lo demás era historia.

Terminó de ducharse y se envolvió la toalla en la cintura, lavó sus dientes y se miró en el espejo, la barba comenzaba a subir pero no le importó en lo absoluto.

Se puso el gel que siempre usaba en el cabello y lo peinó hacia atrás, no estaba concentrado en hacerlo bien, ni tampoco en cómo parte de su rostro tenía un buen moretón por el único golpe que el ex novio de Sophia le había propinado.

Dos días. Dos días y ya estaba peleando por esa mujer.

Tenía que poner una barrera antes de que fuera demasiado tarde para él. No estaba dispuesto a enamorarse y se lo había dejado más que claro.

Peor parecía que, quien no deseaba entenderlo era él y su pene adicto a Sophia.

No se cansó de ella en ningún momento. Mierda, de no haber sido porque ya no tenía preservativos en el apartamento, hubiese pasado toda la noche montándola y poseyéndola como un desquiciado.

Escuchó un ruido en la habitación y supo que ella se había despertado.

Apretó la mandíbula y pensó en todas las posibles respuestas que podía darle.

«Estuvo de maravilla, gracias por las mejores horas de mi vida.»

La descartó de inmediato.

«Gracias por el sexo. Espero podamos repetirlo algún otro día.»

Cada vez sonaba peor y el sabor amargo de su boca no se iba.

No entendía por qué demonios le resultaba tan difícil decir algo que había hecho en infinidad de ocasiones.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora