Capitulo 35

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Sophia

«¿Huérfano?» se preguntó.

No podía creer que Leo Sandoval fuera un huérfano.

El hombre más fuerte, arrogante y patéticamente reservado, que ella había conocido en toda su vida.

Ese que era el mano derecha de su jefe en Mega Inversiones, que le había tocado como nadie, que él había defendido de Hermes, ¿era un huérfano?

Es que incluso la palabra le sabía a sangre en sus labios.

No podía pronunciarlo.

Soltó la maleta suavemente y se giró hacia Leo.

Miró esos ojos azules con pestañas largas, unos ojos azules que parecían casi un reflejo de los de ella, pero en esta ocasión estaban oscuros y teñidos por una tristeza que ella no lograba entender.

Claro que no podía comprender algo que nunca había sentido.

La orfandad, la soledad, vivir en hogares de acogida, ella se imaginaba todo el escenario, había visto muchos casos similares, también sabía que una persona que no se había criado en el amor y la unidad de una familia, tenía muchos problemas en el futuro cuando fuera un adulto, tanto para insertarse a la sociedad, como para abrirse con una persona.

—No me mires así. Precisamente es la mirada que odio. Es la clase de mirada que no tolero. No te lo estoy contando porque quiero tu lástima, te lo cuento porque es algo que puede ayudarte a conocerme. Me pediste algo, cualquier cosa para conocerme... yo... esto es lo mejor que tengo.

Sophia se quedó en silencio, ella no sabía de qué manera lo estaba mirando, solamente se apenaba, imaginándose a un niño pequeño de ojos azules y cabello rubio llorando desconsolado porque no tenía padres.

—Lo siento... ―Cerró los ojos e intentó borrar de su cabeza la imagen de un niño llorando desconsolado al estar en hogares de acogida.

—No es tu culpa. No tienes por qué pedir disculpas por algo que tú no puedes controlar. Creo que ni yo mismo pude haber evitado serlo.

Ella poco a poco comenzaba a entender la necesidad que Leo tenía de controlar todo a su alrededor, por eso había tenido ese ataque de ira con Hermes frente a Mega Inversiones, porque tenía demasiada mierda detrás, cargaba demasiados demonios sobre sus hombros.

Ella se acercó despacio, sus pies le pesaban un montón. Era cierto, el alcohol aún no había salido de su sistema, no tenía ni idea de por qué todavía después de haber dormido por un par de horas, el vino seguía causando estragos en su cuerpo. Su sistema nervioso estaba a punto de colapsar y sus manos temblaban descontroladas.

—Lo siento ―volvió a repetir y se maldijo. Apretó los labios intentando no llorar.

—Maldita sea, Sophia. ¡Qué no me mires así! ¿No estás viendo el hombre que soy? ¡Deja de tenerme lástima! Eso me irrita. Estoy confiando en ti, me pediste conocerme. —Leo se pasó una mano por el cabello y soltó un suspiro―. No sé ni siquiera por qué lo hago.

Él dio un paso atrás cuando ella se acercó lo suficiente como para alcanzarle.

Leo se pasó la mano por el cabello otra vez y sacudió la cabeza de manera negativa.

—No sé ni siquiera por qué lo estoy haciendo. Yo no quiero una relación. Yo no quiero compromisos ni ataduras. Hay muchas cosas que no sabes sobre mí, cosas que no estoy listo para compartirlas...

—No te estoy exigiendo que compartas conmigo todos los detalles sobre tu vida ―se apresuró ella a decirle. No quería tampoco atosigarlo―. Todos cargamos diferentes equipajes sobre nuestras espaldas.

Sí, seré TuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora