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No me despidieron.

Al contrario.

Conocí a la mujer que voy a cuidar, y solo tengo una cosa por decir; que hermosa.

Es la mujer más dulce que he conocido.

Y por supuesto estoy feliz porque le comenté del incidente que tuve con su hijo y ella no hizo más que reírse asegurando que no hay que temer. Su hijo mayor es un amor de persona, pero un maniático del control y la puntualidad.

Según ella.

Dice que seguramente vamos a tener la oportunidad de volver a comenzar y me voy a llevar una buena segunda impresión. Y le creo.

Es que, ¿Quién no confiaría en una mujer tan dulce?

—¿Me pasas la sal?

Dejo de explorar en mis pensamientos cuando la voz de Lupe se deja escuchar. Se la paso y ella me agradece.

—¿Qué haces? Huele muy rico.

—Medallones de pollo. —musita.— ¿Estás libre? Te enseño a hacerlos.

—No. No me llevo bien con la cocina. —me río.— Sé cocinar, pero no me gusta.

—¿Y eso? ¿Por qué?

Trago saliva y niego encogiéndome de hombros.

Cosas estúpidas.

No vale la pena recordar.

—Cuéntame de ti. —cambio de tema.— Solo sé tu nombre, pero nada más de ti.

Ella se ríe y suspira antes de decir;

—Muy extenso para contar. —sonríe a medias.— Migré hace un tiempo y dejé a mis hijas en mi país, busco un mejor futuro para ambas. Es todo.

Me quedo en silencio. Eso no me gustó.

Soy mala consolando a las personas.

Y ahora me siento culpable de haberle pedido que me cuente de ella. Seguramente se sintió mal.

—Lo siento, no quise hacer que te sintieras mal. —admito.— Me imagino que no te gusta hablar de ello y...

—No, no. Está bien. —me sonríe.— Todo está bien, de verdad. Mi hija mayor tiene veintiun años, me recuerdas mucho a ella.

—Que linda. —sonrío.— Estoy segura de que estás muy orgullosa de ellas.

—Lo estoy. Y todos los días intento hacer lo mejor por ellas. Será temporal, lo sé.

—Tienes razón. En unos años, vas a poder estar con ellas. De eso no tengas dudas.

Me quiere responder, pero entonces escuchamos el ruido y pronto vemos a Antonella entrar a la cocina. Ambas le sonreímos y ella nos devuelve el gesto antes de decir;

—Huele muy bien, ¿Algo en lo que pueda ayudar?

—Por supuesto que no, usted debería estar descansando. —le digo causando su risa.— Órdenes claras del doctor.

—Órdenes que mis hijos se inventan. —corrige.— Mañana iré al doctor aquí en San Francisco, y estoy segura de que no me van a mandar tantas restricciones como mis hijos imponen.

—Lo hacen porque la aman. —justifica Lupe y yo asiento a su favor.

—Quizá, pero estoy un poco cansada igual.

Se sienta en una de las sillas de la isla y yo me siento a su lado. Me mira y sonríe.

—Cuéntame de ti. Me gusta conocer a las personas.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora