11

164 30 0
                                    

—No te creo.

Clara aplaude emocionada y me remuevo incómoda buscando a Lucrecia con la mirada.

Ella me mira de regreso. Sonríe a medias y finalmente dice;

—¿Y estás feliz con lo que hiciste?

—¿Cómo puedo estar feliz después de esto?

—Pues deberías. —Clara se mete en la conversación.— Deberías estarlo porque un hombre bueno, de familia, trabajador y encima guapo, te ha dicho en la cara que eres hermosísima y básicamente perfecta.

—Eso. —Lu asiente.— ¿Cómo te sientes con eso?

—Sentí algo raro aquí.

Llevo mis manos a mi vientre, ambas se ríen y yo me cubro el rostro con las manos.

Bueno, es que resulta que las cité a ambas aquí porque son mis dos únicas amigas y necesito la opinión de ambas.

Pero ninguna me ha dicho nada concreta todavía. Siguen ahí, viéndome sonrientes y sin decir nada.

Me muerdo el labio inferior.

—¿Sabes qué?

Clara se acomoda en su lugar.

—Necesito saber si te hubieses dejado besar si Leonardo no hubiese aparecido.

Me quedo en silencio.

He ahí el dilema.

¿Me habría dejado besar?

—Siento que sí. —admito.

—Pues está perfecto. —me dice Lucrecia.— Estás joven, hermosa y soltera.

—Vaya... —alarga Clara sonriente.— Me estás cayendo bien.

—Es que es lógico.

Me río viéndolas concordar con las opiniones.

Bueno, al menos logré que estén de acuerdo con una opinión. Buenísimo.

Me termino el chocolate que mamá nos trajo y la escucho gritar si nos vamos a quedar a cenar.

—¿Qué vas a hacer entonces? —insiste Clara. Me encojo de hombros.

—Hace dos días que le evitas, evidentemente tienes que hacer algo.

—Bueno, hoy Leonardo va a llevar a sus padres a cenar afuera para presentarles a su novia. —explico.— En la mañana escuché que Ruggero no iba a ir. No sé por qué.

—Eso está perfecto. —mi amiga aplaude entusiasmada.— Puedes ir y cenar con él.

—¡Nosotras si vamos a comer aquí!

La respuesta que Clara le da a mamá le parece más que suficiente mientras me retiro el cabello de la cara. Me pongo de pie.

—Bien, entonces supongo que debería irme ya porque Ruggero llega a esta hora a casa.

—Pero arréglate ese cabello. Estás más despeinada que nunca.

Me río dejando que ambas acomoden mi cabello y lo que necesiten para dejarme perfecta para la ocasión.

—¿Ya sabes qué le vas a decir?

Niego, ambas comienzan a dar consejos a la vez y mi mente se satura.

Es que no necesito tantos consejos. Necesito sentarme y reflexionar sobre mi vida.

Cuando abandonamos la habitación, me despido de mi mamá y mi hermano prometiendo que un día de estos voy a venir a cenar con ellos.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora