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Había olvidado lo bien que se podía sentir el estar con tu mejor amiga y disfrutar de la vida en general.

Hace mucho no bailaba hasta que mis pies dolían, hace mucho no me divertía tanto.

Clara, sin duda, hace mis días felices.

Y soy feliz de tenerla aquí, no hay más que decir.

Pero después de una grandiosa noche, solo queremos volver a casa. El problema es que, Clara está ebria y así no podemos conducir.

Bueno, es que yo no sé conducir.

O sea, si sé pero no tengo tanta experiencia.

Y eso me da miedo.

No quiero conducir. No quiero hacer nada. Solo volver a la cama.

Necesito mi camita.

Bostezo escuchando como un teléfono suena. Suspiro profundo.

¿Por qué tanto ruido?

—Te están llamando.

—Es a ti, tonta.

Levanto mi bolso y lo llevo a mi oreja para escuchar el ruido. De inmediato me río.

—Si es cierto, es mío.

Saco el teléfono de mi bolso y contesto sin leer bien el nombre de la persona que llama.

—Llegué a casa y no estás, ¿Todo bien?

—Ruggero. —sonrío.— ¿Qué hora es? ¿Cómo que llegaste recién? ¿Cómo supiste que no estaba?

—Muchas preguntas, ninguna respuesta.

Me río y muerdo mi labio inferior.

—¿Karol?

—Ah si. —suspiro.— ¿Qué me decías?

—¿Estás ebria?

—Solo un poquito. —hago la señal con mis dedos como si me pudiera ver.— ¿Puedes venir por mi? Clara no puede manejar así.

—¿En dónde estás?

—En la calle.

—¿En qué calle?

—Una con carros y gente.

Clara me quita el teléfono antes de que Ruggero pueda responderme y suspiro apoyándome en el hombro de mi amiga.

La cabeza me está dando vueltas.

Cuando mi amiga cuelga, me entrega el teléfono y yo vuelvo a guardarlo antes de cerrar los ojos. Que cansada estoy.

Tengo mucho sueño.

—¿Por qué parecemos dos tontas que esperan en la calle en lugar de subirse al auto? Digo, estoy borracha, pero no estúpida.

No respondo a su pregunta, estoy demasiado ocupada quedándome dormida como para pensar.

Y si despierto, no es por voluntad propia, es porque siento que algo choca contra mí espalda y pronto noto que es el respaldo del asiento del auto.

No abro los ojos por completo, solo me acomodo y abrazo la almohada. Me estoy muriendo de sueño.

—¿Seguro que pueden tomar un taxi? Te juro que pueden quedarse.

—¿En una residencia de estudiantes? No lo creo.

Escucho risas, suspiro frotando mis ojos.

—Entra, Clara. Esperaré aquí hasta verte entrar.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora