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—Buenos días.

Ruggero besa mi hombro desnudo, sonrío dándome la vuelta para poder mirarle. Que guapo que es.

Estamos de vuelta en casa.

Después de dos días en México, hemos vuelto a casa y tenemos muchas cosas que hacer porque Ruggero ha decidido tomarse libre hasta el cinco de enero.

—Buenos días. —susurro dejando besos en sus labios.— Que guapo despiertas siempre.

—Soy guapo siempre.

—Maldito egocéntrico.

Él se ríe y yo abandono la cama buscando ropa en mi parte del armario.

Si, mi parte del armario.

Ahora qué su familia y la mía lo saben, no hay razón para ocultarnos. Así que, ayer en la noche, después de tomar un descanso, pasamos todas sus cosas a mi habitación.

Y no puedo negar que la compañía se ve y se siente muy bien.

Amo todo de él.

Cuando salgo del baño después de haberme bañado y cepillado mis dientes, Ruggero entra tomando su turno de bañarse.

Me visto con un conjunto deportivo color negro, desenredo mi cabello y lo dejo suelto para que se seque al natural. Y para prevenir el desastre en el que se va a volver luego, guardo una liga en mi bolsillo.

Finalmente me pongo los zapatos y ordeno la cama antes de sentarme a maquillarme.

Hago algo sencillo, solo me pongo mis cremas, mucho protector solar y rizo mis pestañas para luego aplicar suficiente rimel.

Y mientras me pongo un poco de labial, Ruggero sale del baño ya cambiado.

Me perdí las vistas.

—¿A dónde vamos? —cuestiono sin dejar de verme al espejo.

—A hacer lo que dejamos pendiente hace días. —dice sonriente.— Vamos a visitar casas.

—Ay, me encanta.

—Si, pero primero vamos a desayunar afuera.

Asiento quitándome el cabello de la cara. Y mientras guardo mis cosas necesarias en mi mochila de siempre, él termina de alistarse.

Unos minutos después, salimos de casa. Y durante el trayecto hacia algún restaurante cómodo y bonito, hablamos del pronto retorno de Lupe y de su familia.

La casa se siente muy vacía sin ellos.

Desayunamos en una cafetería con preciosas vistas de la ciudad.

Y después de dar un pequeño paseo, vamos a la visita de la primera casa. Algo lejos de la casa de sus padres, aproximadamente, veinte minutos en auto.

Pero es una casa bonita.

Excesivamente grande, pero bonita.

Tiene demasiadas habitaciones, ocho es un número exagerado. Pero pienso en su casa en Italia y pues si tiene sentido que esté viendo casas grandes.

Asumo que quiere tener la más enorme familia.

—¿Qué opinas?

—Es bonita. —admito viendo cómo la mujer que nos acompaña se pasea por la sala.— Pero demasiado grande, más que la casa de tus padres. Y esa casa de por si ya es grande.

—Si, estaba pensando en lo mismo. —admite retirando el cabello de mi cara.— ¿Vamos con la siguiente?

Asiento, él besa mi frente y sonrío tomando su mano.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora