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Tres meses después.

—Eso es todo. Nos vemos en un mes.

Miro a Antonella, ella me sonríe y le agradece al doctor antes de ponerse de pie y abandonar la oficina.

La sigo sin saber qué hacer.

Después de la operación, creímos que todo estaría bien. Pero resulta que al final no fue tan así. Está pasando de todo.

Y aunque en los exámenes anteriores no salieron cosas de las que haya que preocuparse, el doctor está enviando un nuevo tratamiento. Y ha dejado claro que si no funciona, tendrá que someterla a una operación final.

Una en la que le van a quitar el útero.

Nos detenemos en el auto donde Ruggero, Bruno y Leonardo esperan sumidos en una agradable conversación. O eso es lo que supongo pues se están riendo como locos.

—No les menciones nada. —me pide.

—Pero es que yo...

—Por favor. —me mira.— No les hables de esto.

Indecisa asiento, ella me sonríe y se sube al auto.

Cuando lo hago, Ruggero me sonríe y le devuelvo el gesto mientras dejo mi mochila a un lado. Estoy cansada.

Hemos estado todo el día ocupados.

Yendo y viniendo, haciendo y deshaciendo. Estoy cansada.

Es que, oficialmente, Ruggero ha comprado su casa. Hace una semana, de hecho, pero su familia quiso conocerla hoy.

Así que si, hemos tenido un día movido.

—¿Qué te dijo el doctor, mamá?

Leo saca a relucir su curiosidad y Antonella se ríe asegurando que ha sido un chequeo de rutina más. Nada de otro mundo.

Y solo hay que comprar una receta más. Todos le creen. Claramente.

Y como me lo ha pedido, me quedo en silencio.

Sigo creyendo que es una mala idea ocultarles las cosas a sus hijos. Pero será como ella decida. No voy a intervenir.

Cuando llegamos a casa, Ruggero me pide que no me baje y se despide de su familia. Hago lo mismo.

Y cuando ellos entran, el italiano comienza a conducir.

—¿Vas a tu casa?

Asiente y yo me acomodo en el asiento.

Tengo sueño.

Y quizá por eso, no soy consciente de que llegamos ni de que me deja en la cama.

Solo sé que despierto unas horas después, todo está oscuro y no hay ruido alrededor. Eso significa que Ruggero está abajo.

Busco mis zapatos y salgo de la habitación.

Me cuesta adaptarme a la casa con las luces apagadas. Es muy bonita. Demasiado.

Pero el problema es que venimos muy poco, y aún no me acostumbro.

Solo puedo decir que es una hermosa casa, del tamaño perfecta para una familia de cuatro. Con preciosos jardines y amplias habitaciones. Tiene todo lo que la casa de sus padres tiene.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora