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Sábado de descanso.

Mi plan inicial era quedarme en casa.

Pero Guadalupe salió con una amiga y yo no podía quedarme atrás después de ver qué toda la familia se iba de paseo a conocer la ciudad.

Así que decidí primero visitar a mi mamá y después hice cosas muy mías. Hasta que finalmente llegué aquí.

Sentada en la mesa de siempre, me permito analizar la habitación a detalle. Extraño estar aquí, pero no en este contexto. No así.

Extraño mi vida de hace dos años.

La extraño demasiado.

Extraño todo lo que fui hasta hace dos años, mi felicidad, mi risa sincera, mi estabilidad mental y emocional.

Extraño absolutamente todo. Y no puedo fingir que estoy bien porque sé que aunque he continuado con mi vida, nada es igual.

Me sigue faltando él.

—¿Sigues aquí? Te estamos esperando para comer.

Veo a Lucrecia entrar y me río mientras seco las lágrimas que caían por mis mejillas. Ella suspira y se acerca a tomar mis manos.

—No te pongas así, mujer. Sabes que mi hermano odiaría verte llorar.

—Pues qué tonto, debería odiarse a si mismo entonces. —me río causando también su risa.— Lo extraño, Lu. Lo extraño demasiado.

—Y yo, como no tienes idea. Es mi hermano después de todo. —carraspea.— Pero los demás tienen razón, no podemos detener nuestras vidas, hay que seguir adelante mientras intentamos reencontrarnos.

—Solo quiero estar con él.

—Es lo que todos queremos, y comparto tu dolor. Lo sabes.

Asiento retirándome el cabello de la cara. Ella me da un abrazo y yo le susurro que pronto encontraremos la solución.

Pronto encontraremos al amor de mi vida. Lo sé.

Mi corazón lo dice.

—A veces quisiera volver y buscar de cero. —admite.— Después recuerdo que no tiene sentido. Que estoy hiriendo a mamá y las ganas se esconden.

—También quiero eso. Pero me detengo por ustedes, no tiene sentido seguir escarbando en las heridas.

—Muy bien dicho. —chocamos los cinco.— En honor a Abraham, vamos a seguir adelante. Como lo hemos hecho hasta ahora.

Asiento totalmente de acuerdo.

Es difícil, mucho. Pero por él haría lo que sea.

Es el amor de mi vida. Siempre lo fue.

Y sé que siempre lo será.

—¿Otra vez están metidas aquí?

Ambas nos reímos cuando vemos a Ashley parada en la puerta, nos ponemos de pie y caminamos hacia ella.

—Solo mirábamos, mamá.

—¿Todo está en orden?

—Todo. —confirmo.— ¿Entonces vamos a comer?

—Por supuesto, preparé algo riquísimo. Receta nueva.

Nos reímos mientras caminamos fuera de la habitación y vamos al comedor en dónde efectivamente, una rica comida nos espera.

Estar aquí, de algún modo me hace bien. Me recuerda a Abraham y me transporta a los momentos en los que más feliz fui. Me gusta estar aquí.

—Y dime, ¿Cómo te va en tu nuevo trabajo?

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora