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Antonella tiene que hacerse una cirugía porque las probabilidades de cáncer han vuelto.

Y si, la familia Pasquarelli está teniendo una muy extensa conversación. Y están en serio molestos.

Bueno, es que la situación es difícil.

Tan pronto como volvimos del doctor, Antonella nos advirtió a Lupe y a mí que no podemos decir nada en absoluto. Y aunque quisimos hacerle entender que no estaba bien guardarnos algo así, pues no hizo caso.

Y para nosotros, está prohibido hablar de eso.

Lo positivo de todo eso, es que mientras ella nos pedía el favor de no hablarlo con nadie, yo ya le estaba escribiendo el mensaje a Ruggero. Así que, en mi defensa, no rompí mi promesa.

Lo hice antes de prometer que estaría callada al respecto.

Y ahora estoy aquí, sentada en las escaleras esperando que abran la puerta de la sala de estar.

Es que los gritos se escuchan hasta mi habitación, no puedo con la ansiedad.

—¡Ya les dije que no!

La puerta finalmente se abre, me pongo de pie de inmediato y finjo que apenas estoy bajando.

Antonella me mira, arquea una ceja y finalmente dice;

—¿Por qué traicionaste mi confianza así?

—No, mamá. Ni siquiera te atrevas a cambiar las cosas y culpar a Karol. —le dice Ruggero.— ¿Qué querías que hiciera si su trabajo es cuidar de ti? Para eso le pagamos.

—Ruggero, cállate ya, me estás haciendo enojar.

—Mamá, hemos tenido suficiente. Te harás esa cirugía y fin de la discusión.

—¿Por qué te metes?

—¿Por qué pelean tanto? —interrumpe Leonardo.— Papá y yo también tenemos derecho a opinar.

—Por supuesto que no tienen derecho a opinar. Es mi decisión solamente. Mía.

—Mamá, pareces una niña.

—Cállate ya, Ruggero. Y vete. Me estás haciendo enojar.

—Tú me haces enojar a mi, mamá. Estoy cansado de la situación. —le avisa caminando hacia las escaleras.— Si ibas a comportarte como una niña, entonces no nos hubieses obligado a abandonar toda nuestra vida en Italia.

Finalmente se aleja y se marcha sin mirar atrás. Suspiro profundo mientras Leonardo levanta sus manos rendido y se va también.

Aprieto los labios.

¿Y ahora qué? Me siento culpable.

—Tus hijos tienen razón.

Y esa es mi señal para marcharme.

De inmediato doy media vuelta y vuelvo a subir. Esto ya no me incumbe.

Cuando llego a la división de las escaleras, escucho los murmuros de los hermanos que definitivamente también están molestos.

Leonardo me ve, le hace una señal a su hermano y cuando Ruggero también me mira, intento huir.

Nunca me había arrepentido tanto de haber roto mi promesa de no decir nada. Ahora, me quiero morir.

—Espera un momento. —me dice mientras yo camino a mi habitación.

—No, ya sé lo que vas a decir.

—¿Ah sí? ¿Y qué es según tú?

—Que estoy despedida. —me detengo para mirarle.— Me siento como una chismosa en potencia.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora