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—Te digo, los hombres son complicados.

Me río sin dejar de prestarle atención a la receta que leo. 

—¿Y ahora qué vas a hacer? Siento que Ruggero no lo dijo todo cuando intentó expresar su frustración al verte con su mejor amigo.

—No voy a hacer nada, Clara. —le hago saber mientras confirmo que es todo y pago.

Ella asegura que soy una aburrida y niego.

Es lo mejor, y lo digo yo. Eso es más que suficiente.

Ruggero no tiene derecho alguno para venir a reclamarme algo. Estoy soltera, no le debo explicaciones a nadie.

Aparte él está con Karen por lo que ha dejado ver.

Entonces, no tiene la autoridad ni sentimental, ni moral, ni física ni de ningún sentido como para reclamarme algo.

Y si piensa que me va a tratar como a una más, está muy equivocado. No me gustan esos juegos.

Los he visto en películas y siempre terminan mal para una de las opciones.

¿Quien me asegura que no voy a ser la opción afectada?

Regreso a mi realidad cuando Clara toca el claxon para que el tráfico avance. Me acomodo en el asiento y cierro los ojos.

Tengo mucho sueño, no he dormido bien.

Anoche, Antonella presentó fiebre y tuve que estar al pendiente de que se le baje. Algo que sucedió casi a las cuatro.

Y cuando creí que dormiría hasta tarde, Leonardo vino hasta mi habitación y me pidió que me apresure porque tenía que llevar a Antonella al doctor.

Así que si, dormí solo tres horas, tan pronto salimos del doctor dejé a Anto en casa para que descanse y vine a comprar las recetas.

Al final se trataba solamente de una inflamación de vías urinarias.

Pero de todos modos, nos asustó a todos.

Sobre todo a mi, no he dormido nada.

—Ya estás en casa, amiga.

Despierto de mi sueño y sacudo la cabeza mientras le agradezco y beso su mejilla.

—Iba a decir que deberíamos salir pero estás cansada, otro día será.

Asiento conforme con la idea, le agradezco por traerme y me bajo.

Cuando entro a casa, todo está muy silencioso. Y Lupe me confirma que es porque le ha dado de comer y se quedó dormida.

Le agradezco mientras pego la nueva receta en la nevera y compruebo que se tiene que tomar un par de pastillas.

Subo con la idea de darle las pastillas e irme a dormir un rato. Pero fracaso en el intento cuando compruebo que tiene fiebre de nuevo.

Y aquí vamos de nuevo...

Después de darle la medicina y hacer que se ponga cómoda sin tantas mantas y sin ropa muy abrigada, bajo a comer. Me estoy muriendo de hambre.

Ni siquiera desayune.

Cuando subo a comprobar si la temperatura ha bajado, me llevo la sorpresa que esperaba. No ha bajado.

Y por eso, decido aplicar pañitos de agua tibia.

Paso todo lo que queda de la tarde controlando su fiebre. Cuando su esposo e hijos llegan, Leonardo se ofrece a subirle la cena y comer con ella. Gracias a eso, yo tomo la oportunidad de cenar.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora