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—Excelente, estás contratada.

Le sonrío al hombre que archiva mi contrato junto a los demás papeles que he traído. Y cuando nos despedimos, por fin suelto el aire que he venido reteniendo mientras camino por los pasillos de la clínica.

Lo conseguí.

Después de varios días a prueba, por fin me han contratado. Creí que nunca lo harían y que solo estaría a prueba en lo que conseguían a alguien de verdad capacitado.

Pero aquí estoy.

Que emoción.

Cuando estoy en la calle, me permito sacar mi teléfono y comenzar a escribir a toda mi familia y amigos para informar que oficialmente tengo trabajo y que todo ha salido bien.

Me alegra tener una noticia buena después de tanto.

Es que, el día que renuncié, nadie en esa familia se lo tomó bien. Menos Antonella.

Pero le expliqué que no puedo seguir trabajando para la persona de la que estoy enamorada y simplemente fingir que nada pasa. Cuando evidentemente está pasando de todo.

Por supuesto no lo entendió, y hasta me causó gracia porque Clara dice que conseguirme suegras normales que no se aferren es algo que nunca voy a aprender.

Es gracioso.

—¿A dónde tan solita?

De inmediato detengo mi caminata y sonrío viendo a Agustín. Tenía que ser.

—¿Me persigues acaso? —juego con él.

—Evidentemente te persigo. —admite tan relajado como siempre.— Me debes una salida, no finjas demencia.

—Perdón si estoy ocupada intentando improvisar una vida.

Eso le hace reír, me abraza por los hombros y asegura que todo va a pasar. Niego.

No va a pasar.

Y odio a Ruggero por eso.

Viene, me enamora y me deja.

Todo un caballero.

—Vamos a cenar. —cambia de tema.— Y después por ahí.

—Okey. —me río.— Vamos.

Me guía de regreso hasta su auto y nos subimos para emprender camino hacia el restaurante que solíamos frecuentar en nuestras salidas.

Cenamos en medio de una conversación que se basa más en Abraham y cómo va todo desde su regreso. Y pues es un proceso largo.

Demostrar su identidad, solicitar sus documentos y todo lo demás es un poco demorado. Pero lo está haciendo bien.

Inclusive se reunió con las familias de sus compañeras de clase y les contó cómo todo sucedió.

Me sé ya la historia de memoria. Pero no me gusta pensar en eso.

—Deben estar muy felices. —me dice.— Y perdón pero no puedo soportar la curiosidad. ¿Ustedes están juntos? Valentina y yo hemos debatido mucho al respecto.

Me río.

Me habría gustado escuchar que Ruggero le mandó a preguntar, pero sé que no va a suceder y por eso solo sacudo la cabeza y le aseguro que no es así.

—A Abraham lo amo con mi vida. —explico.— Pero no estamos juntos, no tiene sentido. Estamos en dos puntos muy diferentes en nuestras vidas.

—¿O sea cómo?

—Él tiene que concentrarse en retomar su vida, quiere volver a estudiar, buscar un trabajo... Ya sabes.

Asiente, me retiro el cabello de la cara.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora