Me río mientras tecleo en mi teléfono para responderle a Agustín.
Escucho el suspiro de Antonella mientras alista sus maletas para mañana. Por fin van a operarla.
Y aunque la idea no la tiene del todo feliz, ha hecho una promesa y tiene que cumplirla.
—¿Con quién hablas tanto?
Ruggero entra a la habitación y me quita el teléfono. Le reclamo por chismoso mientras me estiro a recuperar mi teléfono.
Pero no hace falta, él mismo me lo devuelve tan pronto ha visto quién es.
Desde hace dos semanas, Agustín y yo dejamos de salir casi que a escondidas y salimos con sus amigos. Creo que el único que nos felicitó sinceramente fue Maxi.
Y si antes le caía bien a Valentina, ya no más. Me ha declarado una silenciosa guerra. Y qué mal por ella.
Según yo, nunca le hice nada malo.
Según yo.
—¿Lista, mamá?
—Que sí. —dice cansada.— Ya pueden seguir bajando. Solo me baño y voy.
—Que gruñona. —musita Ruggero.— No tardes.
—Ruggero, vete ya.
Me río cuando le lanza un cojín y él se va asegurando que tiene una madre loca. De inmediato me pongo de pie.
—Hora de irnos.
Me hace una señal de silencio mientras busca algo en su cajón y lo guarda en su cartera. Me río sin entender.
—Vamos. —me susurra.— Apúrate.
Confundida le sigo sin entender nada en absoluto.
Cruzamos el pasillo de la cocina y salimos por esa puerta. Con cuidado vamos a la puerta principal, y salimos sin hacer ruido.
Comienza a correr y yo miro hacia la casa sin estar segura de que esto sea una buena idea.
¿Por qué está corriendo?
Reacciono cuando vuelve y tira de mi muñeca llevándome con ella. Y cuando nos detenemos, veo a Lupe subida en un taxi.
Tan pronto nos subimos, el taxista comienza a conducir y me atrevo a preguntar qué sucede. Lupe se encoge de hombros y Antonella se ríe asegurando que ni loca se va a operar.
De inmediato tomo mi teléfono.
Pero ella me lo quita y lo guarda en su bolso.
—No es hora de ser chismosa, cariño.
—Pero... ¿Y a dónde estamos yendo?
—Al aeropuerto. —resume.— Es solo cuestión de tiempo para que noten que no estamos. ¿A dónde quieren ir?
—Esto es una mala idea. —asegura Lupe. Asiento.
—Ustedes no entienden. Así que solo disfruten de esto y no digan más.
Miro a Lupe sin saber que hacer, ella se encoge de hombros y suspiro.
Esto es una pésima idea.
Antonella se debate entre volver a Italia o ir a otro país, Lupe y yo le recordamos que no traemos nuestros pasaportes.
Ella le resta importancia asegurando que lo tiene bajo control.
No creo que tenga nada bajo control.
Me muerdo los labios nerviosa. Esto es una pésima idea.
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Angel Of My Dreams
FanfictionY entonces llega un momento en el que simplemente entiendes que el amor no fue hecho para la vida real.