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—Y bien. —Agustín me extiende la receta.— Tienes suerte. Los exámenes de sangre también comprueban que no estás embarazada. Y ahí tienes lo que te debes tomar y las horas exactas. No falles.

—Gracias. —sonrío guardando el papel en mi mochila.— ¿Ya te dije que tengo una cita?

—¿Médica?

—No, una cita. —afirmo arqueando las cejas.— Un doctor, como tú. Pero más guapo.

—¿Más guapo que yo? —se señala.— Jamás. Solo mírame. Soy irresistible.

—Tanto que no le gustas a la única mujer que te interesa. —me burlo.

—Podré no estar con la mujer que me gusta. Pero sigo siendo jodidamente guapo. —se halaga.— Me casaría conmigo mismo. Siempre fui guapo y ahora lo soy más. Soy el favorito de Dios. Brillo con luz propia.

—Lo que eres es un egocéntrico. —me río.— Y antes de que me dejes ciega con tu luz propia, me largo.

—Pero no me dijiste de tu cita.

—Ah, eso. —me pongo de pie.— Se llama Charlie. Tiene treinta y dos años. Es alto, moreno, es médico cirujano y lo mejor de todo, soltero.

—¿Un hombre soltero a los treinta? —se ríe.— Primera alerta roja.

—Tú ya casi cumples treinta y estás soltero. Alerta roja.

Él se ríe con ganas mientras se quita la bata.

—Me quedan dos años para acabar con esa soltería. Y créeme, lo voy a hacer.

—Tu amigo el Voldemort tambien tiene treinta y está soltero. —continúo ignorando su egocentrismo.

—Solo tú te crees el cuento de que Ruggero está soltero. —se carcajea.

Me cruzo de brazos sin entender.

Él relame sus labios.

—¿A qué te refieres?

—Hace un excelente día. —me cambia de tema.— El clima perfecto para tu cita.

—¿Por qué dices que Ruggero no está soltero?

—No sé. —admite.— Pero Valentina dice que van varias ocasiones en las que le encuentra marcas en el cuerpo y la actitud de Allegra es sospechosa. Es probable que hayan vuelto. O que tengan planeado hacerlo.

Sonrío.

—Que bien por ellos. —me muerdo la lengua.— Pues bueno, yo... Yo estoy feliz por mi cita.

—¿Y a dónde van a ir?

—A cenar. Después al cine y finalmente a tomar algo en algún bar de la ciudad. —resumo.

—¿Cuándo?

—Hoy. Es nuestro día libre.

—¿A qué hora?

—A las siete va a pasar por mi. ¿Pero por qué te importa tanto? ¿Vas a espiarme acaso?

—Yo no. Mi amigo. —sonríe descarado.— Si te encuentras a Ruggero por ahí, no es más que una casualidad.

Me río con ganas mientras camino hacia la puerta.

—Lo sabía. —abro la puerta.— Y por eso te mentí en el día, la hora y el plan.

—Que maldita.

—También te quiero.

Abandono el consultorio antes de que diga algo más. Y mientras abandono el edificio, sonrío satisfecha.

Angel Of My DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora