14.

1.7K 80 0
                                    

Narrador omnisciente.

Enzo comienza a dejar besos en el cuello de la rubia logrando que se estremezca por completo.

Lindsay pone las manos alrededor del cuello de él y lo acerca aún más, si es que se podía, a la vez que comenzaba a mover en círculos su cintura.

Ella podía sentir como la entrepierna del morocho cada vez crecía más. Cosa que hacía que ella se caliente.

Enzo se levanta con ella aún encima y la sienta sobre la mesa, en la otra punta lejos del set de mate.

La mira por unos segundos y sin esperar más comienza a besarla con desespero.

No había pasado siquiera un mes de la primera vez que estuvieron, pero para él era una eternidad.

Los labios de ella eran suaves y se amoldaban perfecto a los suyos, en una hermosa sintonía.

Lindsay llevo sus manos al borde de la remera de Enzo sacándola rápidamente, cortando el beso.

Se dedico a observar todo su abdomen totalmente marcado y lleno de tatuajes lo cual le encantaba.

Con sus dedos tocó cada cuadradito que el mayor tenía marcado haciendo que el sonría embobado.

-Me gusta tu cuerpo- Admitió ella en un susurro.

Enzo repitió la acción que ella había echo hacia unos segundos y le quitó el top deportivo que tenía puesto.

Sus senos quedaron al aire por lo que el mordió su labio, le encantaba totalmente.

Su boca fue a atacar allí directamente.

Metió uno de ellos en su boca y comenzó a chuparlo suavemente, tratando de que no le cause dolor a la menor.

Con su mano derecha acariciaba el otro, sintiendo como el pezón se endurecía por completo.

-Enzo- Exclama ella en un gemido.

Escucharla exitada era música para los oidos de Enzo el cual se separa para sacar la calza de ella y de paso también la tanga negra que tenía puesta.

Su cara se acerca sin esperar más a su entrepierna y pasa la lengua por toda esta, escuchando ahora sí un gemido más fuerte.

-Que rica estás - Susurra el en su parte íntima a la vez que aumentaba sus lamidas.

Su boca se acerca al clítoris de ella y empieza a succionar por lo que la rubia se recuesta sobre la madera de la mesa y arquea su espalda.

El placer que estaba recibiendo era lo que necesitaba.

En estos días que ella llegó a Inglaterra estuvo con mucho trabajo, trabajo atrasado que si o si tenía que ponerse al día, por lo que no tuvo tiempo para verse con nadie. Y la persona con la que quería verse no estaba disponible para ella.

Por eso había decidido salir hoy un rato al centro, era al fin el día que tuvo libre y terminó mejor de lo que esperaba.

-No aguanto más mi amor- Le dice el mayor separándose de ella y bajandose rápidamente el pantalón junto al boxer.

Su miembro ya estaba completamente erecto por lo que no necesito ninguna ayuda.

Estaba tan exitado que le dolía por lo que no espero más y se adentro en la rubia, sacando un gemido juntos.

Las piernas de ella estaban alrededor de la cintura de él y este se movía dentro suyo con gran facilidad ya que ella estaba completamente mojada.

La mano de Enzo se dirigio a la cara de ella haciendo que lo mire.

Se miraban fijamente a la vez que largaban leves jadeos.

La rubia en el fondo sabía que solamente había aceptado verse con Enzo porque Lisandro no estaba disponible. Pero no se arrepentía, estaba disfrutando mucho del sexo que estaba recibiendo.

-Dios Enzo dale- Gime ella poniendose derecha para poder agarrarlo de la espalda.

Enzo la levanta en el aire, agarrándola fuerte de la cintura y empieza a embestirla con fuerza.

Las manos de la rubia comenzaron a arañar la espalda de el y aunque Enzo sabía que le iba a dejar marcas no le importaba en absoluto, estaba disfrutando.

El cuerpo de ambos ya estaba levemente sudado y en la casa se escuchaban los gemidos de ambos.

Enzo sale de dentro de Lindsay y la baja para ponerla dada vuelta contra la mesa.

El culo de la rubia estaba completamente a la vista de el por lo que le dió tres cachetadas seguidas para después entrar nuevamente dentro suyo.

Sus manos se posan nuevamente en la cintura de ella notando como sus dedos estaban levemente marcados ya que el color de piel de ella era muy claro.

Sus embestidas eran fuertes y rápidas logrando en ella un placer inexplicable.

Necesitaba demasiado sentir a alguien dentro suyo y Enzo sabía muy bien cómo darle placer a una persona.

La mano del mayor se acercó a la entrepierna de ella y en su clítoris comenzó a mover su dedo rápidamente en círculos.

-Justo ahí dale- Gime ella casi inaudible sintiendo sus piernas flaquear.

Estaba tan cerca de su orgasmo que sentía que iba a morir de placer.

Pandora | Enzo FernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora