22.

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Narrador omnisciente.

Lisandro comienza a moverse dentro suyo con fuerza y rapidez haciendo que la rubia gima sin pudor alguno.

Sus manos estaban en la cadera de ella tomándola con fuerza.

Lindsay intentaba agarrarse de lo que podía sin tener éxito.

El placer al que estaba siendo sometida era totalmente increíble.

Lisandro sale de dentro de ella para sacarle la campera que tenía ella puesta seguido de su remera.

Sus manos vuelven a la cintura de ella levantándola y volviendo a adentrarse en su interior.

-Licha- Susurra ella en un hilo de voz cerrando sus ojos y poniendo sus brazos alrededor de su cuello.

El mayor ejerce fuerza para poder penetrarla con mayor facilidad y a la vez profundidad.

Lindsay busca la manera de buscar los labios de Lisandro y cuando los encuentran comienzan a besarse.

Con desesperación y ganas.

Ambos extrañaban mutuamente sus labios y lo hicieron notar.

-Mi amor me moría por hacerte mía de nuevo- Susurra el en el oído de Lindsay saliendo de dentro suyo para llevarla a la cama aún teniéndola a upa.

-Te necesitaba demasiado- Es lo único que ella se dedica a responder.

Lisandro sonreía con orgullo al escucharla de decir eso.

Sentía que había ganado.

Era él el que tenía a la que tan inalcanzable era para sus amigos.

¿Un polvo y ya está? Si, seguro.

-Dios, como me encanta tenerte así para mi- Manifiesta él observando a la menor.

Observaba con detenimiento cada parte de su cuerpo desnudo, expuesto solo para él.

Se posa encima de ella sin aplastarla a la vez que levantaba sus piernas para ponerla en sus hombros y volver a penetrarla.

Las manos de Lindsay rasguñaban por completo la espalda de él.

Era su forma de demostrarle que le encantaba lo que estaba sintiendo.

Por otro lado, Enzo miraba hacia ya minutos la fotos que le había tomado hace ya días a la rubia.

-¿Cuando me vas a perdonar?- Pregunta su mujer acercándose lentamente a él.

-Ya fue- Le responde bloqueando su celular y levantándose.

-Actué sin pensarlo, me gano la bronca. Te pido perdon- Susurra mirándolo -No podes juzgarme-

-Si que puedo, porque yo no voy y cago a trompadas al pelotudo que te cojes vos siendo que siempre está con tu familia, sabiendo que es tu amante pero prefieren hacerse los giles- Exclama ya con enojo.

La pelinegra lo mira sin saber que responder, era cierto.

Ella tenía hacia ya unos meses un amante, el cual era amigo de la familia hacía ya años.

Habían tenido algo de adolescentes que quedó en la nada cuando ella se decidió a estar con el futbolista.

Pero en una de tantas veces que ella visito su país natal solo con su hija, el la consoló y terminaron reavivando esa chispa que creían apagada.

Pandora | Enzo FernandezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora