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Era un día tranquilo en la tienda de Sebastian y Sebastian se sentía bastante aburrido. "¿Dónde está el próximo Expendable ?", se pregunta en voz alta. Fue entonces cuando entraste, preguntándote qué tenía Sebastian en stock. Después de unos momentos, elegiste lo que querías, pagaste y te marchaste sin decir palabra.
—Espera, espera, espera. Espera. ¿Te vas sin decir nada? —Bloqueó la salida con su cola—. Eso es bastante grosero, ¿sabes?
Él frunce el ceño. "Ah, cierto, fue mi culpa", dices, sintiéndote un poco avergonzada. "Ustedes, los indestructibles, y su mala educación". Él resopla en tono de broma.
"Compré lo que necesitaba, ¿puedo irme ya?" Él asiente y destapa el respiradero. Le sonríes suavemente antes de despedirte con la mano. Saliste del respiradero. "Antes de que te vayas, la tarjeta de acceso está sobre la mesa". ¡Ah, cierto, la tarjeta de acceso!
¿Cómo pudiste olvidarte de eso? Entras de nuevo a la tienda, tomas la tarjeta de acceso y luego sales de nuevo. Una vez que te fuiste, Sebastian se sintió miserable. Se sintió atraído por ti. Se sintió molesto por tu partida. Deseó que te quedaras.
Desafortunadamente, él sabe que tuviste que encontrar el cristal para garantizarte la libertad. No puede evitar sentirse triste porque si te quedas, te arriesgarás a que tu PDG explote, lo que te matará instantáneamente. Odiaba ese pensamiento. Odiaba que Urbanshade simplemente arrojara a personas inocentes a prisión solo para que las arrojaran al sitio negro de Hadal y las matara Dios sabe qué acecha aquí abajo. Después de unos momentos de enfurruñamiento, decidió seguirte.
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