𐔌 . ⋮ 𝐀 𝐐𝐔𝐈é𝐍 𝐕𝐄𝐎, 𝐌𝐈𝐑á𝐍𝐃𝐎𝐌𝐄 4.ᐟ ֹ ₊ ꒱

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Estaba tranquilo

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Estaba tranquilo.

—Lo siento, ¿sabes? —Una confesión, susurrada tan suavemente que casi creíste que no la escuchaste—. Lamento haberme ido. No es que ninguno de los dos pudiéramos haber hecho nada al respecto en este momento. Pero lamento haberte dejado por tanto tiempo, por si sirve de algo. Tal vez si no hubiera estado... —Se quedó en silencio, la implicación de sus palabras se acomodó alrededor de tu cuello como una soga—. Bueno, a veces me pregunto qué podría haber sido si toda esta mierda no hubiera sucedido.

Ese dolor nunca se acababa. Lo soportabas día tras día, pesado como si llevaras cadenas en los tobillos y las muñecas. En el corazón. Sería más fácil dejarte hundir en el océano, piensas. Tal vez sería mejor que el vacío infinito que sentías en todo el cuerpo.

A veces sentías que el tiempo no te ayudaba a sanar. No estabas seguro de si realmente lo haría.

—Pensé en ti todos los días —susurró, con la voz cargada de emociones que no podías soportar descifrar—. Todos. Los. Días.

Algo en lo más profundo de ti se quebró como porcelana colocada con demasiada brusquedad sobre una superficie. No querías oír esto, no querías oírlo más .

—Para... para —gemiste, soltando el libro con fuerza para poder arañarte la cabeza. Cerraste los ojos con fuerza. Sentiste un dolor sordo bajo los dedos—. Déjame en paz.

—No —dijo con firmeza, en tono bajo—. No voy a hacer eso. Ahora no. ¿Por fin me estás escuchando?

Sacudiste la cabeza y te tapaste la cara con las manos, que temblaban como si estuvieras a un paso de perder el equilibrio. Este Sebastián era persistente y hablador de una manera en que el Sebastián de tu cabaña no lo era.

Y dolió. Más que cualquier otra cosa en este mundo, dolió.

—No puedo seguir con esto —dijiste con voz ahogada, y un escozor feroz se hizo presente detrás de tus ojos—. No puedo. No puedo .

Pensaste en tu cabaña, que al principio te había parecido pequeña, pero cuando te paraste en el espacio de tu sala de estar y miraste el sofá vacío, escuchaste el inquietante silencio que viene con estar solo, era demasiado grande para ti.

Te dolía el corazón.

—No es justo —sollozaste, con la voz quebrada al final de la frase—. No es justo ... Me duele demasiado, no puedo... no puedo hacer esto.

Estabas tan, tan cansado.

De sentirte así. De despertarte con su rostro y quedarte dormida con él grabado en tus párpados. De ir a trabajar con él sobre tu hombro. De no encontrar escapatoria ni siquiera en el único lugar en el que creías que estarías a gusto. Era agotador. Estabas exhausta.

𝐎𝐂𝐄𝐀𝐍   ˢᵉᵇᵃˢᵗᶤᵃᶰ ˢᵒˡᵃᶜᵉ ˣ ʳᵉᵃᵈᵉʳDonde viven las historias. Descúbrelo ahora