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Pareja: Sebastian Solace x GN!Reader
Recuento de palabras: 1.2k
Sinopsis: El lector ha tenido una mala racha y necesita tomarse un descanso.
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El sonido familiar de alguien que se abría paso a través de los conductos de ventilación atrajo la atención de Sebastian, y el suave brillo azul claro de sus tres ojos se posó en la figura bastante desaliñada de los prescindibles que estaban haciendo su recorrido de hoy. Respiraban con dificultad por los labios entreabiertos y una mano ensangrentada regresó a su costado para volver a aplicar presión sobre el material rojo oscuro empapado de su traje... el lado derecho, notó.
—¡Oh, Dios! —Un tono provocador salió de sus labios, dientes afilados y blancos perlados visibles mientras les sonreía—. ¿No son dignos de ver? Una risa profunda llenó el aire que rápidamente comenzó a llenarse con el espeso olor a hierro. Había visto heridas similares a las que tenía este prescindible en numerosas ocasiones. En esta etapa temprana de la carrera, generalmente provienen de un monstruo muy específico aquí en el Sitio Negro de Hadal. —Pensé que serías lo suficientemente inteligente como para evitar un engaño tan simple. Después de todo, solo son buenas personas . —El énfasis en el nombre del monstruo se dijo con condescendencia, tarareando divertido por su propio juego de palabras.
No hubo respuesta de los prescindibles. Su mano solo presionó con más fuerza su herida, cojeando hacia él sin siquiera mirarlo. Solo parecían concentrados en los objetos que colgaban a lo largo de su cola. Sebastian frunció el ceño con un ligero enojo, una emoción que se mostró vibrante en su tono: "Bien, bien. ¿Vamos directos al grano? Y yo que pensaba que teníamos algo especial".
Esa frase fue dicha en tono burlón, aunque su ceño se suavizó. El prescindible que tenía delante era definitivamente diferente de los otros con los que se había topado... aunque decir especial es un poco exagerado, ¿no? La primera vez que vino con un grupo fue un recuerdo que se le quedó grabado en la memoria en ese momento de reminiscencia. Un grupo grande y ruidoso de ocho personas entró para comprar lo que deseaban, y un niño bastante exasperante pensó que era una buena idea usar la baliza de flash allí mismo en la habitación con él. La repentina luz brillante le picó los ojos con dureza. Estaba a punto de arremeter contra el niño, con una mano levantada para frotar la sensación de escozor, pero la voz de cierto prescindible se le adelantó.
