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Después de la noche en que consolaste a Sebastián, de alguna manera se ha vuelto incluso más pegajoso que antes.
Estabas hablando de historias de tu infancia, sobre todo de lo torpe que eras y de lo mucho que te lastimabas.
Te reíste al recordar un momento en particular: cuando una gallina te persiguió hasta llegar a casa.
Lo que no sabías es que ni siquiera estaba prestando atención.
Quizás nunca lo admitiría, pero encontró lo que le había faltado toda la vida.
¿Esto es amor o excitación emocional? Es amor.
Su madre le dijo una vez lo maravilloso que era encontrar el amor verdadero. Él apenas creyó en sus palabras, pues pensaba que era incapaz de ser amado, pero aun así la escuchó feliz. Después de todo, su madre era su mundo.
Sebastián la extrañaba mucho.
Él sabía que su mamá te hubiera amado. Fuiste tan cariñosa y gentil a pesar de todo lo que estaba sucediendo.
Tu cara. Oh, cómo le encantaba mirarte.
La suave arruga en la esquina de tus ojos cuando te reías de uno de sus chistes.
Tus labios que adoraba besar en la comodidad de vuestro 'hogar' compartido.
Especialmente cuando dormías, parecías un ángel.
Incluso aunque dormiste locamente, él se rió entre dientes pero aun así pensó que era lindo.
Él contenía esos impulsos de tocar tu cara todas las noches, principalmente porque no quería perturbar tu tranquilo sueño.
Siempre ha tenido ese miedo irracional de hacerte daño sin querer. Su fuerza es anormal, tan anormal que tiene pesadillas por ello.
¿Eh? Ah, cierto. Allí estabas, abrazándolo como a un bebé mientras seguías divagando.
Tu voz es tan dulce. Él realmente no se cansa de escucharla. El hermoso himno de tu voz era tan celestial como la voz de mil ángeles radiantes. Los dejaste a todos en vergüenza.
"Creo que ella me tenía miedo por eso, pero no la culpo". Te reíste después de terminar esa oración, sin importar de qué estuvieras hablando.
Sebastián ronroneó suavemente, la vibración que emitía su garganta se sentía agradable, de cierta manera, contra tu pecho.
Era casi como si hubiera un gato en tu pecho en lugar de tu novio.
Tu hipótesis se estaba confirmando cuando notaste que la punta de su cola se movía ligeramente. Deseabas tener una cámara para grabarlo, querías atesorarlo para siempre.
El pensamiento te plasmó una sonrisa estúpida en la cara, tus mejillas empezaron a doler por la frecuencia con la que sonreías a su alrededor.
A él le gustó mucho eso, la verdad.
A él le gustabas mucho.
- Oye, Seb? - Tu voz lo sacó de sus pensamientos.
—¿Sí? —Su cabeza se levantó y sus ojos brillantes te miraron fijamente.
—¿Has estado... escuchando siquiera? —Los dedos de tu mano izquierda adoptaron una posición de movimiento rápido, deslizándose sobre su frente.
—Yo... yo sí. Sí, sí. —Notó un pequeño surco en tus cejas.
"Si lo fueras, dime lo que dije hace dos frases."
"Uh..." Sus ojos se apartaron de los tuyos, sus mejillas notablemente más oscuras.
"¿Pollo?"
—En parte, ¿hay algo que te molesta? —Bajaste los dedos de su frente y optaste por apoyarlos en su hombro derecho.
Su mirada se cruzó con la tuya de nuevo. "No es nada malo, honestamente". Una sonrisa culpable y torpe se dibujó en su rostro, las comisuras de este se inclinaron de una manera extraña.
"¿Seguro?"
"Positivo."
"Lo que tú digas, Seb."
Sebastián puso su cabeza de nuevo sobre tu pecho, estirando la parte inferior de su cuerpo, suspirando felizmente después.
Abrazaste a tu novio y le frotaste los hombros con pequeños círculos.
El ambiente estaba tranquilo, nada perturbaba ni había nada de qué preocuparse. Solo dos amantes, felices de estar vivos.
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