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Oh... oh no. Sebastian se prometió a sí mismo que no se encariñaría con ningún prescindible. Son solo prisioneros. Algunos de ellos son plagas molestas que solo quieren deslumbrarlo con esa maldita baliza luminosa.
Pero tú ... Tú eras diferente. Desde el momento en que entraste a su tienda, nunca le mostraste nada. Incluso compraste todos sus artículos. Nunca te atreviste a decirle nada malo o degradante.
Se ríe mientras te pasa el archivo. "Eso no fue exactamente un concurso de miradas. ¿Qué estabas haciendo?" La silla cruje mientras te desplomas hacia adelante, apoyas la cabeza en las manos y haces pucheros. "Quería ver al bonito tiburón". Eso hizo que su corazón se acelerara.
Él se burla y se inclina hacia delante, golpeando con una garra el trozo de texto. "¿Estás ignorando la parte en la que ella es hostil hacia todos los humanos?" Resoplas. "¡Pero quiero verla!" Él pone los ojos en blanco ante eso. "Mira. No le digas esto a nadie, pero te daré un obsequio".
Pareces sorprendida por un momento antes de que él frunza el ceño. "Tómalo antes de que cambie de opinión". Asientes rápidamente y te vas tan pronto como llegaste. Él aprovecha el momento para respirar. "Mierda. Qué linda". Los pensamientos corren por su cabeza, la mayoría sobre ti.
Pasan unos minutos y él está de nuevo en su tienda, ajustando sus artículos. "Hola Seb", dices de repente, tomándolo por sorpresa. "Jesús, no me asustes así. ¿Cómo es que... estabas tan callado?" Simplemente asientes. Él se endereza, entrelazando sus manos. "Bueno, eh. ¿Para qué estás aquí?" Mientras miras sus productos, ves una luz negra.
"¿Luz negra?", preguntas. El tendero asiente. "No quedan muchas. No enfada a los squiddles". Haces una mueca de "ohhh" y la coges, examinándola. Se ríe de tu cara bonita y simplemente... te mira fijamente.
Él se despierta cuando mueves tu mano frente a él. "¿Seb? ¿Estás bien?" Niega con la cabeza. "¿Eh? ¿Qué? Sí". Tartamudea horriblemente, maldiciéndose a sí mismo. Sonríes. "¿Estás seguro?" Pones tus manos detrás de tu espalda y das un paso adelante. Él se pone la mano sobre la cara para bloquearte.
—Sí. E-está bien. —Decides dejarlo. —¿Cuánto? —Te mira desde arriba—. ¿Eh? —Te ríes y señalas la luz negra que tienes en la mano—. Por esto. —Parece estupefacto durante unos segundos antes de responder—. ¿Qué te parece... 250? Un descuento, solo para ti.
—¿En serio? —Se te forman estrellas en los ojos y su cerebro tartamudea por un momento—. Sí. —Le entregas los datos y guardas la luz negra en tu bolso—. ¡Gracias, Seb! —El único sonido que se escuchaba en la tienda eran los golpes del respiradero mientras salías. Se pone una mano con garras sobre la cara mientras respira, tratando de calmar su corazón acelerado.
Tus risas, tus modales, la forma en que no intentaste insultarlo de inmediato. Significaba más de lo que pensabas. Respira profundamente y suspira, pasándose la mano por el pelo. Se prometió a sí mismo que no se encariñaría contigo, que no se enamoraría de nadie. Pero cada vez que piensa en ti, sonríe como un idiota enamorado. Bueno...
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