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Resumen: Poco después de pasar por la tienda de Sebastian, misteriosamente te lo encuentras de nuevo. Y justo a tiempo, por lo que parece.
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Sebastian estaba buscando datos y suministros cuando se topó contigo por pura y desafortunada coincidencia. No pensó que el camino de navegación te llevaría en esta dirección, pero, por desgracia, aquí estás. Hermoso. Justo cuando finalmente estaba disfrutando de un tiempo a solas.
Te observa mientras buscas en todos los cajones y estantes de la habitación. Metes todo lo que encuentras en la bolsa que te dio Urbanshade con la intención de recolectar activos. Una sonrisa se dibuja en tu rostro cuando encuentras un frasco naranja junto a una pila de archivos y memorias USB.
Qué inútil. De todos modos, pronto morirás. ¿No lo entiendes ya? Cualquier corona que consigas por llevar esa porquería encima es completamente inútil. No te sirve de nada. Puedes comprar todos los suministros y monedas de ferry que quieras con esas cosas, pero igualmente morirás. Siempre lo haces. ¿Por qué molestarte en recoger cosas después de pasar por su tienda? ¿De verdad eres tan estúpido? Nunca te entenderá.
Por mucho que lo frustres, tu ignorancia y determinación le parecen... divertidas. Si él estuviera en tu lugar, se habría rendido hace mucho tiempo. Pero aquí estás. Acercándote a tu muerte número 50 y aún aspirando a ese cristal con una voluntad más fuerte que la que tenías al principio. No puede comprender por qué.
No tenías idea de que te estaba observando. La única forma de saber que estaba allí era si él quería que lo supieras. Por grande que sea, se ha vuelto muy bueno escabulléndose sin ser detectado desde que comenzó el encierro. Es mucho más silencioso de lo que crees.
Mientras reflexiona sobre tu exasperante incapacidad para rendirte, decide que no estaría mal quedarse un rato, solo para ver cómo te va y para recoger todo lo que hayas podido pasar por alto mientras te abrías paso por el sitio clandestino.
Cuando entras en la siguiente habitación, él te sigue de cerca. Te observa mientras compruebas si hay peligros, recoges los objetos y pasas a la siguiente habitación. Te sigue acechando, observándote repetir este proceso cada vez que abres una nueva puerta. Todo esto era una rutina para ti, algo que ahora podías hacer sin pensarlo mucho. ¿No te sientes miserable al hacer esto día tras día? Realmente eres un dolor de cabeza.
