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" Bienvenidos, bienvenidos! No tengan miedo, mi nombre es Sebastian y no voy a hacerles daño. Solo soy un humilde comerciante que vende sus productos..."
Él está tan hambriento de contacto. Nunca quiso ser tan pegajoso. Pero desde la primera vez que te arrastraste por su respiradero, supo que algo en ti era diferente. Siempre te disculpabas cuando un compañero de equipo te miraba con sus ojos tan sensibles , siempre tenías cuidado cuando ponías tus manos sobre él por error. Odiaba cómo te alejabas como si te hubieras quemado, pero sabía que solo lo estabas manteniendo cómodo.
"Debe ser agotador, ¿no? ¿Cuándo fue la última vez que dormiste, eh?"
la primera noche que te quedas a dormir, convencido de que entres en la seguridad de su escondite para un merecido descanso, él nunca ha sentido que su corazón late tan rápido. Palmea el suelo junto a su cola; estás indecisa, él lo sabe. Pero cuando te sientas a su lado, se acurruca a tu alrededor tan dulcemente, casi como un gran perro faldero. Está seguro contigo, su piel no se eriza cuando las yemas de tus dedos lo rozan. Él es feliz , él es feliz contigo.
"... No hay prisa, ¿verdad? Cierra los ojos y relájate un poco. Nadie ni nada puede hacerte daño mientras estés aquí. Me encargaré de ello".
Él se asegura de que estés dormida antes de descansar su cabeza en tu regazo, con un profundo rugido desde su pecho mientras ronronea inconscientemente en ti. Al principio, ni siquiera se da cuenta de que lo está haciendo. Se moverá antes de que te despiertes, seguramente. Pero por ahora, no hay vergüenza en consentirse un poco. ¿Verdad?
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