Durante días, Ford no pudo sacarse de la cabeza el encuentro con el misterioso omega. Cada vez que cerraba los ojos, veía esos ojos de oro, sentía el olor a café, el roce de sus dedos y escuchaba su risa suave. Se descubría a sí mismo caminando por el campus con la esperanza de cruzarse con él nuevamente, su mirada vagando ansiosamente entre los rostros desconocidos.
McGucket, por su parte, no dejaba de hacer bromas al respecto. "¡Tú, el genio alfa de la universidad, enamorado por un choque de café! ¿Quién lo diría?" Ford intentaba ignorarlo, pero el calor en su rostro cada vez que recordaba la situación era innegable.
Una tarde, mientras Ford estaba en la biblioteca revisando unos libros para un ensayo, McGucket se deslizó en la silla frente a él, con una sonrisa pícara en el rostro. "Tengo una sorpresa para ti, Ford."
Ford levantó la vista, medio interesado, medio preocupado por lo que su amigo pudiera haber planeado. "¿Qué has hecho ahora, Fiddle?"
McGucket movió las cejas en un gesto exagerado y señaló hacia la entrada de la biblioteca. Ford siguió su mirada y su corazón dio un vuelco. Ahí, entre los estantes de libros, estaba él, el chico del café, hablando con un par de compañeros y buscando un libro en los estantes.
"¿Cómo...? ¿Cómo sabías que él estaría aquí?" Ford susurró, su voz llena de una mezcla de emoción y nerviosismo.
"Ah, bueno, tengo mis maneras," respondió McGucket con un guiño. "Además, lo vi en uno de mis talleres de ingeniería, así que sabía que tarde o temprano estaría en la biblioteca."
Ford sintió un nudo en el estómago. Verlo otra vez, tan cerca y sin estar preparado, lo hacía sentirse vulnerable, algo que no estaba acostumbrado a sentir. McGucket lo empujó suavemente. "Ve a hablarle. Vamos, ford, no puedes dejar que ese sea el único encuentro que tengas con él."
Ford vaciló. ¿Qué podría decirle? ¿Cómo podría abordar a alguien tan perfecto sin hacer el ridículo otra vez? Pero, mientras miraba al chico de sus sueños, quien aún no lo había notado, supo que no podía dejar pasar esta oportunidad. No esta vez.
Respirando hondo, Ford se levantó y se dirigió hacia el estante donde este estaba buscando su libro. Se detuvo a unos pasos de distancia, observando cómo el omega examinaba los lomos de los libros con una concentración que lo hacía ver aún más encantador.
Finalmente, Ford reunió el coraje para hablar. "Emm... Hola..."
El rubio levantó la vista, sorprendido de ver a Ford allí. Una sonrisa cálida apareció en su rostro cuando lo reconoció. "¡Oh, hola! El chico del café ¿no?"
El simple hecho de que lo recordara hizo que el corazón de Ford se acelerara. "Sí, soy Stanford, StanFord Pines." Extendió su mano mientras se presentara. "Estaba... me preguntaba si... bueno, si te gustaría tomar un café. Ya sabes, para compensar el que te arruiné el otro día."
Éste lo miró con una expresión pensativa, pero luego sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro de una manera que hizo que Ford sintiera que el tiempo se detenía. Estrechando su mano (por un muy poco tiempo según Ford) contestó "Un gustó Stanford, yo soy Bill y eso suena bien. Aunque esta vez, preferiría que el café no terminara en mi camisa."
Ford se rió nerviosamente, sintiendo que su pecho se llenaba de alivio y felicidad. "Lo prometo, esta vez me aseguraré de que lo bebas."
Bill soltó una risita que hizo que el interior de Ford explotara y respondió. "Eso espero, así que vamos, ¿Adónde me piensas llevar?"
Al escucharle decir eso sintió pánico"¿Ahora?"
"Si, ahora, si quieres claro."
"Sí, si quiero, vamos."
Ambos salieron de la biblioteca juntos, conversando sobre temas triviales mientras caminaban hacia la cafetería más cercana. Ford no podía dejar de observar cómo los rayos del sol hacían que el cabello de Bill brillara aún más dorado, y cómo su risa resonaba como música en sus oídos.
A medida que hablaban, Ford se dio cuenta de que había algo en Bill que lo atraía más allá de su apariencia física. Había una chispa en su personalidad, una energía que lo hacía sentirse vivo de una manera que nunca antes había experimentado. Y mientras compartían su primera taza de café juntos, Ford supo que no era solo un encuentro pasajero. Había algo especial en Bill, algo que lo hacía sentir que, por primera vez en su vida, estaba exactamente donde debía estar.
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Omega de oro
FanfictionEn su primer día en la universidad, Ford accidentalmente derramó café sobre un desconocido. El extraño, con una sonrisa amable, aceptó el pañuelo ofrecido y se fue. Al ver su rostro hermoso, Ford quedó profundamente impresionado. En ese instante, n...