La universidad estaba en pleno caos. Los proyectos finales se cernían sobre todos, y el campus aunque no había cambiado su bullicio habitual, el ambiente a la vez, estaba tenso y silencioso. Las cafeterías estaban abarrotadas de estudiantes con libros abiertos y ojeras marcadas; los pasillos, llenos de susurros y murmullos sobre las materias más difíciles.
Bill había intentado concentrarse en sus propios estudios, pero su mente era un torbellino. No solo lidiaba con la presión académica, sino también que intentaba salir de la patética crisis en la que estaba y con un constante murmullo en su interior, un recordatorio creciente de que su celo estaba cerca. Su cuerpo lo sabía antes que él, y las señales eran inconfundibles: su piel estaba más sensible, su sentido del olfato parecía captar todo, pero sobre todo, las feromonas de Ford parecían afectarlo mucho más de lo habitual.
Esa mañana, Bill había despertado con la clara sensación de que todo en él estaba alerta. Había tratado de ignorarlo, pero bastó con que Ford se acercara para que todo su cuerpo reaccionara. Las feromonas alfa de Ford, normalmente reconfortantes, ahora le encendían la piel, como si cada célula de su cuerpo pidiera su cercanía.
Bill se apartó ligeramente cuando Ford se sentó a su lado en la biblioteca, no porque no quisiera estar cerca, sino porque sabía que el contacto podría avivar las feromonas que ya comenzaban a revolverse en su interior, empujándolo más rápido hacia su inminente celo. Pero Ford notó el gesto de inmediato.
—¿Estás bien? —preguntó con un tono calmado y protector, mirándolo con genuina preocupación.
Bill asintió rápidamente, evitando encontrarse con sus ojos. Sabía que si lo hacía, cualquier determinación de mantener la distancia se desmoronaría.
—Sí, solo cansado por los trabajos —mintió, aunque su cuerpo lo traicionaba. Su respiración era un poco irregular y había un leve rubor en sus mejillas.
Ford lo observó por un momento más, como si no terminara de creerle, pero decidió no insistir.
—Avísame si necesitas algo —dijo Ford, tomando su mano naturalidad, se inclinó ligeramente y dejó un beso suave en sus nudillos, cálido y breve. No era nada extravagante, pero para Bill, esa pequeña muestra de cariño fue suficiente para que su corazón latiera con fuerza, desatando una oleada de emociones que casi no pudo contener.
Intentó concentrarse en sus apuntes, pero el calor en su interior no se iba, es más, parecía que iba en aumento. El espacio entre ellos, aunque pequeño, le parecía un abismo que necesitaba cruzar. Y, al mismo tiempo, temía perder el control si lo hacía.
Los días anteriores habían sido una mezcla de tensión y autorreflexión. Desde el encuentro con Anthony la semana pasada, Bill había sentido una inseguridad que no lograba sacudirse, pero ahora su cuerpo estaba tomando el control, dejando por los momentos esos pensamientos que lo hacían romperse para cambiarlos por otros que querían que Ford lo rompiera. Si es que me entienden. Sabía que pronto llegaría el momento en el que no podría contenerse, y la idea lo aterraba y lo emocionaba a partes iguales.
"Concéntrate", se ordenó mentalmente mientras escribía frenéticamente en su cuaderno, tratando de ignorar el aroma tranquilizador de Ford, que llenaba el aire y hacía que su mente divagara.
En un momento, Ford se inclinó hacia él y la cercanía hizo que Bill contuviera la respiración. El alfa parecía ajeno a lo que estaba ocurriendo, pero para Bill, ese simple gesto desató un cosquilleo por toda su columna.
—¿Seguirás aquí más tarde? —preguntó Ford, con una sonrisa ligera.
Bill asintió, pero no pudo evitar morderse el labio, intentando controlar el temblor en sus manos.

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Omega de oro
FanfictionEn su primer día en la universidad, Ford accidentalmente derramó café sobre un desconocido. El extraño, con una sonrisa amable, aceptó el pañuelo ofrecido y se fue. Al ver su rostro hermoso, Ford quedó profundamente impresionado. En ese instante, n...