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Durante el desayuno y el almuerzo del sábado, la conversación se centró en temas académicos y logros profesionales. Los padres de Bill, especialmente Oliver, se mostraron muy interesados y agradecidos por la disposición de Ford a hablar sobre sus estudios y ambiciones. Ford, por su parte, aprovechó cada momento para compartir sus conocimientos.

Después del almuerzo, Oliver llevó a Ford a su sala de trabajo, donde tenía parte de su investigación. —Estoy trabajando en esto, pero me he quedado atascado. No logro encontrar el error en estos cálculos— explicó, señalando una pizarra llena de fórmulas.

Ford observó la pizarra con atención y, después de un momento, preguntó con respeto: —¿Puedo echarle un vistazo más de cerca?— Oliver asintió, aunque no creía que Ford fuera capaz de resolverlo tan fácilmente. Si él, con toda su experiencia, no había podido encontrar el error, dudaba que un estudiante de primer año lo lograra. Aun así, le permitió intentarlo.

—¡Aquí está! El problema está en este signo —exclamó el joven. Oliver, que se había girado para ordenar unos archivos, regresó con una expresión de sorpresa. Apenas habían pasado un par de minutos de análisis, no podía creer lo rápido que había llegado a la solución. ¿Cómo era posible que pudiera resolverlo tan fácilmente?

—¿Qué..?

—Este signo cambiaba toda la ecuación—afirmó señalando en la pizarra el error. Oliver, sorprendido, se acercó para revisar la ecuación parte por parte.

Después de unos momentos de análisis, se dio cuenta de que Ford tenía razón. Todo el fallo se reducía a un simple signo que cambiaba por completo el resultado.
Realmente mpresionado, Oliver sonrió y le dio unas palmadas en el hombro. —Buen trabajo, Joven Pines.

—Solo llámeme Ford— respondió él.

—Entonces, Ford.. realmente eres un genio.

Ford sintió una oleada de orgullo. Ese momento no solo reforzó su confianza, sino que también profundizó el respeto mutuo entre ellos, especialmente el de Oliver, quien ahora veía a Ford como el genio que realmente era.

Mientras tanto, Bill y su madre, Eucly, estaban arreglando el jardín, una actividad que solían hacer juntos cuando él era apenas un cachorro. El ambiente era tranquilo y pacífico, lo que llevó a Eucly a preguntarle a Bill cómo iba su relación.

—Todo va bien, mamá. Es... hermoso —respondió Bill. Luego, con una risa traviesa, añadió— La primera vez que nos vimos, Ford derramó mi café sobre mí. ¡Manchó la camisa nueva que mi tío me había enviado desde Francia!

—¿En serio? ¿Y qué le dijiste? —preguntó su madre, entre risas suaves. Imaginando el drama que pudo haber hecho su hijo.
—Nada.
—¿Nada? —replicó ella, sorprendida.
—Sí, mamá, nada. Él estaba tan nervioso que, sinceramente, me pareció tierno. Por eso no le dije nada.

Eucly rió suavemente y le preguntó —¿Fue amor a primera vista entonces?

Negó con la cabeza. —No, no exactamente. Fue más como cuando ves a alguien que te llama la atención por la calle, pero lo olvidas después.— Curiosa, su madre continuó —¿Y cuándo fue que empezaste a sentir algo más serio por él?

Bill se quedó en silencio por un momento, reflexionando. —No lo sé realmente... cuando me di cuenta, ya estaba enamorado. Tal vez me enamore de las veces que me fue a buscar luego de clases y paseamos, o quizás cuando me di cuenta de que realmente me escuchaba, que no solo fingía. O fue cuando me dijo que yo era especial para él el último día de clases, o cuando llamaba todas las noches en vacaciones y hablamos hasta más no poder, o cuando se preparó por semanas para confesarse, o la vez que se peleó con Liam por mí, aunque no tenía ninguna posibilidad.

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