Capítulo 21

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Han pasado tres días y aún me sigo sintiendo culpable cada vez que entro en el baño.

Si hubiese podido esperar —si hubiese podido aguantar, mejor dicho—, no habría entrado en el baño hasta asegurarme de que habían acabado.

Ya son dos veces que escucho ese tipo de situaciones suyas tan íntimas, y las dos veces he dejado evidencia de que estaba ahí, escuchando cual viejo chismoso. De verdad, no puedo sentirme peor.

—¿Hongjoong? ¿Hey, sigues vivo? No te he oído en años, ¡tu mal olor me está intoxicando el aire!

Abro los ojos como platos y me quedo mudo. Levanto los brazos en un intento de procurar que nada se caiga para que no me oiga allí, pero es que ya me ha oído.

—¿Hola? —sigue insistiendo.

Me pongo nervioso. Bueno, la posibilidad de que me pregunte si hace tres días yo estaba en el baño escuchándolo a hurtadillas por segunda vez es lo que me pone nervioso. ¿Qué le respondería si llegase a preguntar, que estaba a punto de hacerme pis encima?

—Hola —suelto.

—¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué?

—Pareces afónico.

Debido a su comentario, carraspeo para aclararme la voz.

—Oh, no, no. Estoy muy bien. —Miro alrededor contemplando los azulejos. Me siento un tanto incómodo —. ¿Y tú? ¿Hoy sí tienes tiempo?

Recuerdo bien la última vez que hablamos.

Me dijo un poco de mala manera que no tenía tiempo. Días más tarde, entro en el baño por un ataque de incontinencia urinaria y lo que oigo es que está haciendo gemir a una chico como si le fuera la vida en ello.

O sea, vamos a ver, no tengo derecho a reprocharle nada, aunque acabo de caer en que es eso lo que acabo de hacer. Es su vida, es la vida del vecino del bloque de al lado, a mí no me concierne para nada.

—Sí… Sí tengo tiempo. —Carraspea—. Eh, oye… La forma en que te hablé…

—No, no, por favor. Tranquilo. —Me río para hacerle ver que no importa—. No pasa nada, no tienes por qué disculparte.

—Por supuesto que sí. Fui grosero sin que hicieras nada más que saludar. Te debo una disculpa.

—Está bien todo, olvidado.

—Bien —dice tan bajo que incluso me cuesta oírlo—. Tuve un día duro y estaba agobiado.

Añade tan vagamente ese último comentario que no sé si le apetece que le pregunte sobre el tema. Sea como sea, me lanzo.

—¿Y eso? —indago con el tono adecuado para que note que solo estoy siendo amable, no un chismoso.

—Rompí una relación de seis años —suelta sin rodeos.

La cara que se me queda lo dice todo: no me esperaba eso, la verdad. Ni tampoco que me lo contara.

—Vaya —comento simplemente. No sé qué más decir.

—Sí, vaya —repite.

—¿Él o tú? —Reparo en lo que acabo de preguntar y sacudo la cabeza—. Qué manera tan bonita la mía de no parecer un chismoso. Si no quieres, no respondas.

—Él...

—¿Se… se puede saber por qué? —Se le escapa una risilla—. No creas que soy un metomentodo, pero es que, no sé, te conozco desde hace poco, lo sé, pero me pareces genial. Eres atento, agradable, gracioso… Bueno, no te he visto, pero tu voz sí que es sexy. No… no entiendo por qué una relación de tanto tiempo ha acabado. —Me quedo callado de golpe.

¿Y a ti qué te importa, Hongjoong? Tú no tienes que entender nada. Repetimos: es su vida, no te incumbe.

—Lo siento, sí soy un metomentodo, al parecer.

Él se vuelve a reír.

—No pasa nada.

A continuación abre el grifo de su baño y entiendo que no me va a responder.

Tampoco tiene por qué hacerlo.

Recojo la toalla de encima de la tapa del váter y la deposito en el lavamanos. Comienzo a desabrocharme el reloj y a quitarme la ropa del Gym. Retiro la cortina para entrar en la ducha.

—Lo que pasa es que… —comienza a decir, y yo detengo la mano que iba de camino a coger el grifo; él, por su parte, cierra el suyo—. Todo eso, lo de atento y demás, no lo era con él.

—¿Eso es lo que te ha dicho? —pregunto—. Porque creo que está equivocado. Si eres así conmigo, el vecino del baño de al lado, no quiero ni pensar cómo serás con tu novio de seis años, que debes de quererlo a rabiar.

Lo oigo suspirar pesadamente. Si no quisiera hablar del tema conmigo, ya me lo habría hecho saber, ¿no?

—Intenté salvar lo nuestro. Aunque no tenga por qué prometértelo, te lo prometo. Me esforcé, viajé hasta donde estaba, fui a por él… Pero, no. Solo no —dice con ese tono que usamos las personas cuando recordamos cosas tristes.

—¿Solo no? —pregunto arrugando la frente.

—Yunho tenía razón, yo no era lo que necesitaba, ya no. No era atento con él y se merece a alguien mejor.

—Pero ¿tú lo quieres, lo amas? Son seis años, Mingi.

—Lo quiero, pero lo quiero lo suficiente para no tenerlo en mi vida. Perdí el amor por él. Es…, cómo te lo diría, demasiado perfecto. Creo que me cansé de tener a alguien perfecto que no muestre sentimientos, pero que sí los quiera ver, y entonces dejó de funcionar.

Me quedo callado.

Es triste, por él, por ese tal Yunho, por su relación, por sus seis años juntos. Todo tirado por la borda porque el amor se acabó. Estas cosas pasan, pero eso no quita el hecho de que sea triste. La manera en la que se refiere a su relación con el chico habla por sí sola. Sí lo quería de verdad.
Después de unos minutos en completo silencio, caigo en algo.

—¿El chico que…?

—Era él —confiesa, sin que yo finalice la pregunta.

Inmediatamente recuerdo el «Te quiero» que se oyó ese día. ¿De verdad han terminado? Dios, qué berenjenal.

—Lo siento. —Solo se me ocurre decirle eso en ese momento.

—Estará bien. Hay más gente en este mundo, yo solo fui seis años de su vida, entiendo que no quisiera gastar ni un día más con alguien que ya no era para él.

No digo nada más. Permanezco en silencio. Él parece tener los pies en la tierra en lo referente a este asunto.

—Encontrará a alguien adecuado para él, lo conozco bien.

El agua de su baño comienza a oírse de nuevo y es cuando se sobreentiende que la conversación ha terminado.






El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora