Nunca creí que pasaríamos de estar hablando por la ventana del baño a estar a punto de tener una cita en uno de los restaurantes más bonitos de la ciudad. Realmente es un lugar precioso, o sea, mucho más que un baño, eso está claro.
Creo que me estoy poniendo nervioso al verme en el espejo. Ya no tengo a nadie a quien impresionar, o sea, él ya me ha oído y me ha visto en muchas de las peores situaciones de mi vida, como lo son acabar de romper una relación amenazando a mi exnovio con el desatascador del váter o simplemente borracho a punto de un coma etílico. Pero, aun así, estoy de los nervios. Creo que el esmoquín con piedras... No sé si es demasiado. Es bonito, pero... Ay, no sé.
El restaurante es uno de mis favoritos, es de los extremadamente elegantes y siempre he ido bien arreglado para comer allí, como todo el mundo que va, pero ahora...
¡A la mierda! ¡Estoy más bueno que el pan! ¡Arreando que es gerundio y adiós a tanta tontería!
-¿Kim Hongjoong? -digo a la chica. Bueno, más que decirle le he preguntado, pero eso es debido a lo nervioso que estoy.
-Sígame, señorito.
Hago como me indica y la sigo.
Inmediatamente, las palabras de mi madre se repiten en mi cabeza como un disco rayado, infundiéndome valor: «Las personas no somos lo que vestimos, eso solo es ropa, tela. Las personas somos la seguridad que usamos al vestir, cariño». Quién diría que es la misma mujer que el otro día me amenazó diciendo que no quería verme combinando chanclas con calcetines.
-Joder... -Oigo que se le escapa cuando me acerco a él detrás de la chica.
Suelto una carcajada y, agachando la cabeza, me rasco la nuca para que no note que me acabo de sonrojar.
Pero si tenemos que decidir quién reacciona más..., es mi turno, porque él está guapísimo... ¡Hongjoong, mira al frente, que te comes la silla!
-Ay, lo siento -me disculpo de inmediato.
-No pasa nada, tranquilo -dice el hombre con cuya silla acabo de tropezar.
-¿Estás bien? -me pregunta Mingi levantándose, y yo asiento.
-Sí, sí, tranquilo. Estás... muy guapo.
-Lo mismo digo, Hongjoong. Ahora estoy babeando mentalmente mucho más.
Pongo los ojos en blanco y escondo una risotada detrás de una leve sonrisa.
-Para ya o pasaré de Cruella de Vil a verme tan rojo como Elmo.
-Como quieras. -Se ríe.
Me dirijo a mi asiento, con Mingi procediendo según los formalismos, atento para apartar la silla por mí y esperar a que me siente. Y eso es lo que voy a hacer, me voy a sentar y a preguntarle qué tal le ha ido el día, pero mis ojos chocan con otros y me paralizo. En todos los sentidos, ni siquiera he terminado de tomar asiento, creo que he dejado mi trasero en el aire sobre la silla y tengo la boca abierta.
-¿Qué pasa? -pregunta Mingi al ver que no me siento.
-Mira qué sorpresa, pero si es mi Hongjoong...
Mi pecho comienza a subir y a bajar mientras él se acerca a nuestra mesa.
-¿Qué haces aquí, Seonghwa? -pregunto poniéndome de pie al instante. Él observa brevemente a Mingi, pero no repara más en él, pues luego me observa.
-Pues... -Se mete las manos en los bolsillos y se balancea con los pies-... Lo mismo que tú, supongo: comer.
Mi expresión debe de ser de enfado, porque así es como me siento por dentro al verlo ahí, justo en mi restaurante favorito.
-¿Tenías que venir a comer aquí precisamente hoy? -pregunto, siendo todo lo maleducado que puedo.
Se encoge de hombros.
-Yo, a diferencia de ti, puedo venir cuando me salga de los huevos.
Le lanzo una mirada asesina.
Su desfachatez y su falta de educación nunca dejarán de sorprenderme.
-¿Por qué tú sí puedes venir cuando te dé la gana y yo no?
Sonríe de medio lado y abre los brazos, como queriendo abarcar con ese gesto todo aquel espacio enorme.
-Porque este restaurante es mío. Lo he comprado, Hongjoonggie.
¿Qué? No habrá sido capaz de... ¡Oh, Dios, pues claro que ha sido capaz! Sabía que este restaurante era uno de mis favoritos y tenía que fastidiarlo de alguna forma.
Miro a mi alrededor y siento una repentina repugnancia. Creo que para mí se acaba de convertir en un vertedero lleno de ruedas viejas y caca de perro.
-Y mira, por ahí viene Soobin, el encargado, mi prometido.
Un chico con chaqueta y pantalones de tubo se acerca a nosotros con una enorme sonrisa.
¿Qué? ¿Ha comprado el estúpido restaurante para su puñetero novio? O sea, para su... ¿prometido? ¿Cómo? Dios mío... Creo que tengo ganas de vomitar.
-Buenas noches, mucho gusto. ¿Les puedo servir en algo?
Doy un paso atrás y niego con la cabeza. Miro sus dedos entrelazados y veo un anillo con una enorme piedra brillante. Cierro los ojos y agarro el pequeño bolso que traía conmigo. Él nunca hizo ese tipo de cosas por mí. En cinco años nunca me dejó ni una miserable camiseta conscientemente, y a él la ha hecho su prometido, le ha regalado ese pedrusco y le ha comprado uno de los restaurantes más bonitos y a la vez más caros de la ciudad.
El lugar no para de darme vueltas y más vueltas. Oh, sí, voy a vomitar.
-¿Hongjoong? -Escucho decir a Mingi, y entonces ellos dos, la hermosa parejita, lo miran.
-Tengo... Necesito aire -me excuso.
Me balanceo sobre los zapatos al darme la vuelta porque me siento mareado, comienzo a andar, directo hacia la puerta.
-¡Maldita sea! -grito, no estoy muy seguro de si ha sido para mis adentros como pretendía, pero ya no importa.
Dejo el lugar llorando como un tonto. Quiero irme a casa, olvidar este mal rato, olvidarlo absolutamente todo.
ESTÁS LEYENDO
El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]
FanfictionDespués de un primer encuentro un tanto desastroso, las citas en la ducha en las que Hongjoong y Mingi se conocen se vuelven más frecuentes. Hongjoong tiene un novio, un chico con el que ya lleva ocho años; a su vez, Mingi también tiene pareja desde...