Capítulo 25

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Abro la bolsita de los cacahuetes y me quedo observando el interior.

—Si pruebo tan solo tres míseros cacahuetes, ya puedes ir rezando para que no entre en coma. —Oigo decir a Mingi en mi cabeza. Pongo los ojos en blanco y me río secretamente al recordarlo.

Qué hombre más exagerado, por favor.

Golpeo levemente la bolsita sobre mi palma para que caigan algunos que me pueda llevar a la boca. Sacudo las palmas entre sí para quitarme la sal y sigo pasando los informes al ordenador. Yeosang me ha hecho el favor de traerme los cacahuetes desde la máquina dispensadora que hay en la sala de profesores, y también algunas chocolatinas. Una canción de Camila Cabello está sonando en la radio, creo que es «Consequences».

Me quito las gafas y me presiono el puente de la nariz: la vista me está ardiendo, así que necesito dejar de mirar la pantalla un rato. O tal vez se trata de que no tendría que quedarme hasta las tantas viendo dramas online.

Bebo un poco de agua y como algunos cacahuetes más. Mingi dice que es alérgico a ellos. También dice que los conejos, sobre todo los grises, le dan miedo y que no soporta el regaliz para nada. También odia Crepúsculo y toda la saga, cosa que me hizo enfurecer cuando me lo dijo, y que lo último que quería hacer en su vida era escalar un pino usando un Hanbok; bueno, no, eso me lo he inventado yo. Me dijo que quería viajar y probar comida, que quería tener una cocina grande solo para comprarse una nevera enorme donde pegar los imanes que fuera comprando en cada país.

Ah, sí, también dijo algo de escribir un libro solo para tenerlo en la biblioteca de su casa y no volverlo a leer en la vida.

Podría parecer que me he ido a tomar una Coca-Cola con limón en la terraza de mi pueblo con él, pero no, no es así. Sé todas esas cosas sobre Mingi por haber pasado casi todos los días dándonos una ducha juntos, aunque no literalmente. Es de locos incluso pensarlo. ¿Cómo será contarle esto a alguien? Me encierran en un psiquiátrico si lo hago, no lo dudo.

—Tal vez podríamos pasar al plato fuerte… —Se rió—… Y quedar un día de estos. —Lo recuerdo proponiéndomelo hace dos noches.


Me quedé en completo silencio, repitiendo las palabras en mi cabeza para verificar si había oído bien.

—¿Hablas de salir por ahí?

—Claro, a tomar algo y a charlar. Ponernos cara.

—Yo cara ya tengo —bromeé—. Que tú no la hayas visto aún es otra cosa muy distinta.

Recuerdo haber cerrado el grifo para que nos pudiéramos escuchar mejor. Recuerdo que no paraba de reírse por cualquier tontería que yo dijera; estaba bastante contento hace dos noches.

—¿Cuándo te vendría bien?

—¿Qué tal el viernes de la semana que viene? —sugerí.

—Por mí, genial —respondió, con un tono dispuesto y decidido—. Podemos marcar un punto de encuentro.

—En el parque a dos calles de aquí, tirando por la farmacia, ¿qué tal? —solté sin pensarlo demasiado—. Después podemos buscar algún sitio donde tomar algo.

Dejó escapar una breve y jovial risita antes de aceptar.

Vuelvo a mirar la bolsita de los cacahuetes y luego contemplo todo mi despacho, silenciando mis pensamientos para oír la canción que está sonando ahora: «Fire on Fire» de Sam Smith.

—Que Dios se apiade del corazón roto de la locutora, y que los oyentes recen para que no se ponga a llorar en mitad del programa —me burlo, pero sin poder resistirme comienzo a cantar.

Vuelvo a ponerme a pasar informes mientras canto la canción. Yeosang se asoma y, usando un bolígrafo como micrófono, canta conmigo. Acabamos compartiendo risas cómplices y luego señala hacia la puerta con un pulgar.

—¿Quieres ir a tomarte un café después de salir?

Le guiño un ojo antes de hacerle saber que encantado de la vida iré a tomarme ese café con él.

—Eh, Sanggie, cambia la emisora antes de irte, porfa. La locutora acabará por sumirme en la más profunda depresión.

Él suelta una carcajada.

—Ya veo, no hace falta que me lo jures. —Pulsa dos botones y se queda callado—. ¿Esto te suena bien?

—Sí, gracias. —Le lanzo un beso y él agita una mano despidiéndose al salir de mi despacho sin cerrar la puerta del todo.

Cuando se va, me vuelvo a llevar un puñadito de cacahuetes a la boca y entonces recuerdo que el viernes que viene he quedado con el vecino del baño del bloque que tengo al lado del mío, vamos.

Pensar en eso me hace esbozar una sonrisa.

El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora