Epílogo

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Haku está cantando una nana cuando me asomo al jardín.

Está tomando el sol, recostado en esa tumbona que le gustó tanto cuando fuimos a la tienda a mirar muebles para su nueva casa.

—Vas a terminar durmiendote también—le advierto, riendo. Mirando el pequeño bulto que dormido se acurruca contra su pecho.

Se baja las gafas de sol un poco y me mira con una sonrisa.

—Es que Beomgyu no puede dormir si no le canto, si me detengo, capaz se despierte —dice muy orgulloso de que a su hijo adoptivo le guste tanto escucharlo cantar, y vuelve a colocarse las gafas tarareando por lo bajo.

—Ya lo noto, lo tienes malcriado —río, observando a ambos con ternura.

—¡Brr, brr, el tren Jongho entrando en el andén!

Escucho, y volteo hacia la entrada de la casa que da al patio, Mingi sale de la casa acercándose con Jongho montado en sus hombros. Keeho viene detrás de ellos, con varios globos flotando.

—¿Cómo ha ido el cumple? —pregunta Haku mirando en dirección a su ahora marido.

—Genial —dice Keeho.

—Claro, no hay nada más atractivo para un hombre de treinta años que estar encerrado en un paquete infantil con niños corriendo arriba y abajo —añade Mingi.

Yo frunzo el ceño en su dirección y él me saca la lengua. Deja a Jongho en el suelo y este corretea hasta Haku y acaricia los cabellos de su hermanito menor.

—Appa.

—Dime, cariño —responde él, besando la castaña cabellera del pequeño.

Jongho le explica algo con sus palabras mal dichas y se las arregla para hacerse entender. Keeho le echa una mano, explicándonos que en el cumpleaños una de las madres lo había llamado Junho y que él, apenas con dos años, había sabido responder: no, Junho no, es Jongho.

Todos nos reímos de la anécdota. Lleva tanto escuchando esa frase de nosotros cuando corregimos a la gente que pronuncia mal su nombre que ya la ha memorizado.

El niño se pone a jugar con los juguetes que tiene en el jardín y yo me siento a su lado a observarlo. Todavía recuerdo el día que vino a la casa, cuando Haku lo buscó en el orfanato con tan solo dos meses de nacido y Thaddeus lloraba de la felicidad porque se había convertido en papá «Qué día más loco aquel», digo para mí mismo. Pues casi casi les niegan el derecho a adoptarlo.

—Eh, cielo —me llama Mingi desde la otra punta del jardín, revisando los bolsillos de su pantalón como si estuviera buscando algo—, ¿tú tienes las llaves del coche? Me he dejado algo en el maletero.

Rebusco en los bolsillos de mis vaqueros y niego con la cabeza.

—No, pero espera que lo compruebe bien. —Me pongo en pie y, al meter la mano en el bolsillo izquierdo, mi dedo roza con algo que no son unas llaves. Es algo mucho más pequeño.

Lo saco y al verlo me quedo anonadado.

Es un anillo.

—¿Qué…?

—Oooooh —exclama Haku haciendo de coro.

Por su reacción, me fijo en la cara de todos. Todos están esperando a que yo caiga en algo. Tardo dos segundos en mirar fijamente a Mingo y decirle:

—¿Esto es para mi?

El chico con el que llevo saliendo casi tres años se acerca a mí y asiente con una sonrisa muy tímida. Comienzo a temblar entero y a reírme muy fuerte.

—No significa lo que yo creo que significa, ¿no? —me cercioro.

Pero al parecer no estoy en lo correcto.

Aquello sí va de lo que creo que va.

Mingi me quita el anillo de las manos y se arrodilla frente a mí.

—¡Ay, Dios! —digo antes de taparme la boca y de que me comiencen a temblar las rodillas de manera incontrolable.

—Hongjoong… —comienza a decir; de reojo veo que mis ahora cuñados se mueven a mi lado, con sus hijos en brazos. Jongho arriba de su padre, es quien sostiene un teléfono seguramente grabando el momento —, sé que eres el hombre más independiente que existe y no planeo cambiar nada de eso pidiéndote que aceptes llevar este anillo —dice mirándome a los ojos desde el suelo, donde mantiene una rodilla hincada—, pero me encantaría convertirme en tu esposo y seguir compartiendo mi vida contigo. ¿Quieres casarte conmigo, mi chico de la ventana del baño?

Llorando a mares por la emoción, con la cara empapada, y riendo me lanzo al suelo por segunda vez en lo que va de día y lo abrazo con todas mis fuerzas sin dejar de gritar muchos:

—¡Sí, sí, claro que sí quiero!

Mingi me abraza también y nos mantenemos en nuestra pequeña burbuja de felicidad hasta que sentimos que dos bracitos nos están estrechando a ambos. Es Jongho.

Beso a mi pequeño osito, beso a mi novio —ahora prometido y en un futuro, esposo— y no paro de sonreír, llorar y reír de felicidad.

Cuando Mingi coloca el anillo en mi dedo, vuelvo a saltar sobre él, besándolo como si no hubiera un mañana.

—Me alegro de haberme resbalado en la ducha aquel día —susurro en su oído.

—Y yo de no haberme reído —contesta, provocando que yo suelte una carcajada en su oreja y él en la mía.

Song Mingi, es lo mejor que pudo haber sucedido...


















Fin :v













El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora