Hogar, dulce hogar. «¡Por fin en casa!», exclamo para mis adentros.
Me encantaría echarme en la cama y dormir diez horas seguidas ahora mismo, pero mi familia acaba de pasar por el súper para comprar cosillas para picar y mi padre está a punto de traer una tarta.Hemos planeado una comilona por mi cumpleaños mientras viajábamos, y veo feo quitarles la ilusión después de que hayan venido conmigo hasta aquí para pasar juntos el fin de semana de mi aniversario.
Aunque ya hicimos una barbacoa en honor a mi vigésimo octavo cumpleaños la semana pasada en el pueblo, a ellos —más que a mí, todo sea dicho— les hace ilusión verme soplar las velas el día que toca.
—¡Me hago más viejo! —me quejo entrando en el baño para peinarme un poco.
Bumjoong se asoma por la puerta y señala mi reflejo en el espejo.
—Tienes las mismas arrugas que el abuelo.
Me vuelvo para fulminarlo con la mirada y él se encoge de hombros.
—Eh, que era un halago —se mofa, y se aleja riendo.Bah, ni que él fuera tan jóven.
Aprovecho para cerrar la puerta por si acaso se le ocurre volver a importunarme de nuevo. Una vez solo en el cuarto de baño, descorro la cortina y miro fijamente la ventana cerrada. Me pongo de puntillas en un extremo de la ducha que es más alto que el resto y, estirando el brazo, abro la ventana, luego salgo de la ducha para no resbalar.
—Mingi, ¿estás por ahí?
Como era de esperar, no tengo respuesta alguna, y creo firmemente que, incluso si estuviera en el baño, pasaría de responderme.Todo el tiempo que ha pasado sin saber por qué no aparecí en nuestra cita, o por qué le dejé de hablar de repente, o por qué desaparecí durante semanas ha sido suficiente para estar enojado o directamente olvidarme.
Yo entendería que él llegara a pensar que me burlé de él, prometiéndole algo que no pensaba cumplir. Pero si tuviera la oportunidad de explicarle lo que pasó, por qué me fui sin avisar, me sentiría mucho mejor. Entonces ya solo dependería de él creerme o no.
Cojo un bálsamo labial e hidrato mis labios. Luego agarro mi perfume para echarme un poco.
—Estás loco —dice alguien por ahí, y la tapa del perfume termina en el suelo del sobresalto.
El interruptor se oye al presionarlo y luego pasos. Hay dos personas hablando al otro lado. Recojo el peine y me quedo en silencio, prestando mucha atención.
—¿Por qué estoy loco, a ver?
—¿Cómo se lo sueltas así? Se ha quedado con cara de tonto, pobre. —Se ríe, y mi buen dotado oído me confirma que esta segunda voz es de una chico.
¿Hay un chico con Mingi? ¿Su exnovio? ¿Un chico… nuevo? ¿Quién?
—Bueno, ha sido una reacción normal. Yo me esperaba que se desmayara —dice Mingi.
Ambos comparten carcajadas cómplices y más tarde comienzan a murmurar.
—¿Sabes qué? —dice el otro.
—No.
Uno de los dos se ríe, creo que es el otro chico otra vez.
—Cuando yo te digo: «¿Sabes qué?», tu obligación es responderme: «¿Qué?» —dice el chico —. Después de tantos años aún parece que nos acabáramos de conocer.
—Está bien, está bien —lo detiene Mingi —. ¿Qué?
—Me has quitado las ganas de decírtelo. —Se ríe—. Pero va, te lo digo: te quiero.
—Es un lugar precioso el baño para decirlo, ¿eh?
—¡¿Por qué tienes que arruinarlo todo, pedazo de insensible?!
Se oye una estruendosa carcajada, pero después de eso ya no soy capaz de escuchar más. Mi corazón se ha detenido en cuanto el chico le ha dicho «Te quiero».
Está más que claro que Mingi está con alguien. Sospecho que ha vuelto con el que fue su novio durante seis años.
Me quedo mirando el lavabo un rato largo, sin saber bien qué sentir o cómo reaccionar ante la inesperada noticia. Parecen felices, alegres, joviales y cómplices. Suenan como una pareja muy sana y feliz. Soy consciente de ello, pero no sé cómo procesarlo.Supongo que me tengo que alegrar por Mingi, ya que ha logrado salvar y encauzar su relación.
Recojo todo y lo guardo en los cajones, sin darme cuenta de que los ojos se me han empañado un poco. Con un trocito de papel higiénico, seco esas lágrimas.
Hago una respiración profunda mirándome al espejo y, después de tomarme un minuto para volver en mí, salgo con una sonrisa de oreja a oreja, contento por tener a mi familia conmigo y por saber que Mingi está feliz.
—¿Nestea o Coca-Cola, Hongjoong? —pregunta mi padre.
—Coca-Cola, porfa.
Me sonríe pasándome un vaso lleno de líquido negro, ya que se esperaba mi respuesta.
—Acabo de llamar a casa, el abuelo está bien —informa mi madre volviendo de la terraza con el móvil en la mano—. Tu tía te dice feliz cumpleaños.
Asiento como diciendo que luego le escribiré para darle las gracias y saludarla. Mi madre y mi otra tía, la que ha venido con nosotros, se meten en la cocina para servir la paella que hemos comprado de camino a casa. Mi hermano está trasteando en la tele y mi padre organizando la mesa.
—¿Sabes lo que dicen de los treintañeros solterones en el pueblo, Hongjoong? —dice mi hermano, acercándose a mí con las manos escondidas detrás de la espalda.
—Bumjoong… —advierte mi padre.
Pongo los ojos en blanco y me cruzo de brazos.
—Para tu información, acabo de cumplir veintiocho hoy, no los treinta, como otra cierta persona —Bufo, refiriéndome a él—. Pero, de todas formas, dime qué dicen.
Antes de responder, saca una mano y me enseña una cadena muy fina colgando.
—Que no pueden abrir un tarro de pepinillos.
Pese a que el chiste es malo de narices, me río con él. Me acerca el colgante y lo deposita en mi mano. Lo observo por un segundo hasta darme cuenta de qué se trata.
—¿Recuerdas que te lo rompí en tu décimo cumpleaños y nunca encontramos el dije?
Lo miro sonriendo y asiento.
—Bueno, este es otro, pero se parece bastante. Ábrelo.
Lo miro con atención. Es un camafeo dorado con la H en relieve. Lo abro y me quedo observando una foto en miniatura igual a la que nos hizo nuestra madre en un estudio de fotografía cuando yo tenía cuatro y Bumjoong seis. Sonrío como si me hubiesen grapado las comisuras al cartílago de las orejas.
—¡Me encanta! —digo saltándole encima—. ¡Muchísimas gracias, Hyung!
—Solo has tenido que esperar casi veinte años. —Se ríe—. Ten, aquí está la cajita esa que viene.
Me río aún más por su intento de mantenerse al margen de la emotividad de la situación, pero qué remedio, así es mi hermano.
—¡Mira, papá! —grito, levantando el colgante en el aire para enseñárselo. Mi padre sonríe y asiente.
—Muy bonito.
—¿Me lo pones, Hyung? —le pregunto pasándoselo para que no se atreva a negarse.
No lo hace, y me lo cuelga en un santiamén. Después me voy dando brincos cual niño de cinco años hasta la cocina para enseñárselo a mi madre y a mi tía. Ellas admiran el regalo y a ambas les encanta también.
Cuando estamos a punto de sentarnos alrededor de la mesa para comer, el timbre suena.
—Yo abro —dice Bumjoong.
—Bien, yo sigo sirviendo —avisa mi madre.
Yo me levanto de mi sitio y me dirijo a la entrada detrás de Hyung para ver quién es, ya que no espero a nadie. Al acercarme poco a poco, voy fijándome en que se trata de alguien a quien no he visto en mi vida. Es un chico alto, con el pelo oscuro, negro, diría yo a primera vista, y guapo, muy guapo.
—¿Sí? —pregunto en cuanto me acerco a mi hermano, que mantiene la puerta abierta.
El desconocido se queda mirándome fijamente durante un rato antes de reaccionar.Parece que pasan mil cosas por su cabeza en ese pequeño instante.
—Creo que me he equivocado —se disculpa.Entonces reconozco su voz.
Es la voz de Mingi, esa misma voz con la que llevaba hablando desde hace tanto tiempo a través de la ventana del baño. ¡Dios bendito, es él!
—¿Mingi? —pregunto, y él conecta su mirada con la mía, pero no le da tiempo a responder porque mi madre nos apremia desde dentro.
—Anda, ¿quién es el joven? —pregunta mi tía, asomándose.
Mi madre aparece detrás de ella y termina de arruinar las cosas, cómo no, sin informarse primero.
—¡Oh, vaya, el nuevo novio de Hongjoong ha venido!
—Mamá, por… —La voy a interrumpir, pero ella sigue a lo suyo.
—Pasa, por favor, pasa —dice, y Bumjoong se aparta para que Mingi entre.
Él nos observa rápidamente a todos como diciendo: «¿Dónde me he metido?», y paso a paso se va adentrando en mi casa, aceptando representar así un papel que no le corresponde.Todos me dejan atrás, y Mingi aún no ha tenido la oportunidad de confirmarme si de verdad es él.
¡Dios mío, en qué lío lo acaba de meter mi madre, pobre!lillylovesjongho El día ha llegadoooooo
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El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]
FanfictionDespués de un primer encuentro un tanto desastroso, las citas en la ducha en las que Hongjoong y Mingi se conocen se vuelven más frecuentes. Hongjoong tiene un novio, un chico con el que ya lleva ocho años; a su vez, Mingi también tiene pareja desde...