Capítulo 39

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Me niego rotundamente y comienzo a patalear hasta que me deja en el suelo.

—No quiero ir a casa, en mi casa está mi baño y en mi baño está mi vecino. Y creo que se va a enfadar porque… —Me quedo mirándolo por un buen rato—. Te pareces un montón a mi vecino, ¿lo sabías?

Se restriega la cara con las manos y luego me mira y sonríe.

—Sí, creo que lo conozco.

—¡Pff! Lo he echado a perder —Me tapo la cara con las manos—. Es… pues… en realidad no recuerdo ni cómo se llama.

—Mingi.

—¡Eso! —coincido, chasqueando los dedos.

Miro toda la calle, porque de repente hemos aparecido en la calle, cosa que me ha parecido alucinante. Creo que tiene poderes mágicos o algo por el estilo. Miro toda la calle y me fijo en el bordillo de la acera. Camino hasta él y me siento. El chico me obliga a levantarme y me lleva hasta la portería de un edificio y me hace sentar en el escalón.

—Al menos aquí los coches no pueden atropellarte los pies.

—Huy —suelto antes de partirme de la risa—. Pues tienes razón. ¡Qué despistado estoy! Perdona, ¿eh?

—¿Qué decías de tu vecino? —pregunta mientras se sienta a mi lado.

Me paso los dedos por el pelo y resoplo.

—Pues… que creo que la he jodido. Él es… fantástico, genial, alucitupendo…

Ambos nos miramos como si algo hubiera sonado mal. Su frente se arruga y, después de unos segundos, me doy cuenta de que esa palabra quizá no exista.

—Ay, creo que quería decir alucinante y estupendo, pero me ha salido alucitupendo. —Me río mucho de mi error, pero mucho, mucho—. Sí, señor. Mingi es alucitupendo.

Él también se ríe, pero solo un poco.

—¿Y por qué crees que tu vecino es alu… citupendo?

Lo miro con una ceja enarcada como preguntando con ello: «¿Me estás jodiendo?».

—¡Pff! ¡Pues porque sí! No todos los vecinos te ayudan a echar a tu novio pesado de casa a través de la ventana que tienes en el baño, ¿sabes? No todos los vecinos de la ventana de tu baño te preguntan si estás bien después de resbalarte con el gel o acceden a… Ah, espera, creo que eso fue un sueño. En fin, que no todos te preguntan qué tal te ha ido el día o te hacen reír siempre que pueden. O… espera, creo que he alterado el orden de los hechos.

Se ríe.

—Da igual.

—Bueno, él es alucitupendo por todas esas cosas y porque es… muy guapo —confieso.

—¿Es guapo?

—Ya lo creo. —Levanto la vista mirando el cielo oscurecerse sobre nosotros—. ¿Puedo contarte algo?

—Claro —responde de inmediato.

—Hace unos días me fui de su casa corriendo porque tenía el mal presentimiento de que esa noche podría acabar de la forma equivocada.

Dejo de observar el cielo y miro mis piernas estiradas en la acera al lado de las suyas. Cuando le echo un vistazo, tiene la frente llena de arrugas.

—¿Tú no notas también que ahora estoy mucho más serio? Qué raro… —digo mirando a alguien que pasa por delante de nosotros.

—¿A qué te refieres con que podría acabar de la forma equivocada?

Respiro profundamente y guardo silencio mientras los coches están detenidos en un semáforo en rojo. Cuando este cambia de color, todos arrancan y lo único que hago es observarlos.

—¿Sabes de esas cosas que te pasan sin querer en la vida y que, después de un tiempo y aunque para los demás y para ti mismo sean las cosas más raras del mundo, no quieres perderlas? —Se queda callado, mirándome atento como si tuviera un moco colgando. Me rasco la nariz por si acaso y prosigo—: ¿No te ha pasado? Bueno, no pasa nada, ya te pasará. A mí me pasó. Un día me resbalé en el baño y mi vecino me preguntó si estaba bien. En ese momento pensé que era Cristo revelado, pero después de darme cuenta de que no y de que pasara el tiempo, él logró convertirse en la clase de persona que siempre he buscado en mi vida. Una de esas que pregunta si estás bien, una que sepa con el tono de tu voz si estás enfadado, feliz, triste; una que te haga reír siempre que pueda y cuando menos te lo esperas, una persona que…, pues eso, una persona que se preocupe por ti, una persona alucitupenda. Él lo es. No lo conozco demasiado, mejor dicho, solo han pasado… ¿dos días, quizá?, desde que lo vi por primera vez, pero sé que es genial. La amistad que mantenemos, aunque extraña, es genial. Hay confianza, no sé cómo, tampoco me preguntes, pero confío en él. Simplemente no quería que, mientras avanzaba y avanzaba la noche, pasara lo que siempre pasa y luego todo se terminara. Es más, creo que todo se ha terminado. Y eso está mal, ¿sabes? Amistades así de raras deberían durar por lo menos toda la vida. O sea, no es que a todo el mundo le pase, pero quien tiene la suerte debería disfrutarla por mucho tiempo.

Se queda callado, está muy callado. ¡Qué aburrido es! Levanto la mirada y de nuevo me quedo contemplando el cielo despejado.

—¿Sabes? Yo creo que tu vecino tampoco quiere que una amistad tan buena se acabe, como tú dices. Deberías hablar con él.

Lo miro y me río.

—¿Para qué? Hoy me ha dejado plantado, eso dice mucho. Además, él acaba de romper con su novio de seis años y yo acabo de salir de una relación de ocho años. La vida solo nos ha unido para ser amigos. Es una pena, pero es la verdad.

Ahora me mira él y esboza una sonrisa.

—Sigo creyendo que deberías hablar con él. Sin emborracharte, claro.

Asiento.

—Sí, quizá tengas razón.

—¿Sabes? Él también cree que eres guapo. Bueno, guapo no. Guapísimo. Sobre todo le gusta tu pelo, o cómo se arruga tu nariz cuando sonríes, ama cuando te ríes.

Arrugo la nariz y me cojo el pelo.

—¿Qué le pasa a mi pelo?

—Bueno, casi nunca ves a nadie con el cabello de dos colores —ríe —Creo que se ve cool y te queda bien.

Hago un sonido raro e involuntario con la garganta y me echo a reír.

—Eso es verdad. Maddox dice que me parezco a Cruella de Vil, pero tranquilo, no soy mala persona.

Bromeo, pero después quedo callado y me toco la nariz. Sonrío y noto las arrugas que se forman en mi piel cuando lo hago.

—Vaya, debería verme más veces en un espejo.

—Ya lo creo, Hongjoong. Ya lo creo.

Lo miro y le sonrío. Apoyo la cabeza en su hombro y cierro los ojos.

—Ojalá Mingi hubiese venido a la cita. —Resoplo, me incorporo y me pongo de pie, sacudiéndome el pantalón por la zona del trasero —. Bueno, ha sido un placer charlar contigo. Hasta otra, amigo. Me voy a casa.

—Adiós, Hongjoong.

Sacudo una mano en su dirección, me doy la vuelta y comienzo a caminar.

Vaya...

Sigo pensando que a este tipo lo he visto en alguna parte.

El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora