Capítulo 40

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Yo, Kim Hongjoong, juro solemnemente no volver a emborracharme en lo que me queda de existencia.

Por el poder que le ha sido otorgado a mi cepillo de dientes, yo declaro a mi lengua libre de pecado, amén.

Ahora sí, agua bendita que cae del chorro del grifo, purifica y quita el mal sabor de boca que tengo. Y, para acabar, ¡yo maldigo al tipo o la tipa que inventó la cerveza!

¡QUÉ ASCO!

Ay, no, que se dice «amén».



















°°°









Dos días más tarde, siento la necesidad de que me abran la cabeza para que busquen por mi memoria lo último que hice con mi vida, porque realmente no lo recuerdo.

Y eso me asusta.

Quizá llamé a alguien borracho, quizá corrí descalzo por la calle o vomité en plena acera. Solo de pensarlo me pongo rojo de la vergüenza. Por suerte, el maldito dolor de cabeza se me ha ido con todas las horas de sueño que he tenido. En serio, nunca más. Nunca más vuelvo a cometer semejante locura.

Hacía unos… ¿cinco años?, desde la última vez que me emborraché, y ya recuerdo por qué fue la primera y última vez. Bueno, ahora ya no es la última, pero da igual, no volveré a hacerlo. Solo quiero darme una ducha… porque creo que huelo a… ¡Dios, qué asco! ¡Huelo a pescado podrido! O, bueno, quizá pescado no, pero a algo podrido sí. ¡Necesito una ducha!

—¿Otra vez? ¿En serio, maldito, me estás hablando en serio? ¿Otra vez te has acabado? —le digo al gel mientras lo sacudo y lo sacudo, pero él se niega a darme un miserable chorro—. Me estás jodiendo ¿verdad?

—Te lo dije, un dispensador ahora mismo te vendría bien.

Levanto la cabeza mirando a la ventana y mi boca se abre. ¡MINGI! Un momento… ¿Él no…? ¿Yo no…? ¿No habíamos quedado en un bar…? ¿Qué narices…? ¡No recuerdo nada de nada!

—Hola, Mingi —saludo.

—¿Estás bien? —se interesa.

—No mucho, la verdad.

—Ya. Tu voz es de «mi vida apesta y yo también».

Me río un poco y espero un momento antes de volver a hablar. No oigo nada, ¿acaso no se va a duchar? Miro fuera de la ducha, el reloj, y veo que son las nueve y cuarenta de la noche.

—¿No te vas a duchar? —pregunto.

—No, ya lo he hecho.

—Oh, vale, ¿entonces solo me estás acompañando?

No recuerdo por qué, pero creo que antes de olvidar todo prometí que hablaría con él. Es más: creo que le prometí a él mismo que hablaría con él. O no sé. Algo extraño. Pero siento que debería hablar con él. Solo necesito recordarlo todo…

—Hongjoong —llama.

—¿Sí?

—Necesito que veas algo, ¿puedes subir a tu terrado cuando termines de ducharte?

Arrugo mucho la frente, asombrado de que me proponga eso.

—¿A mi terrado?

—Sí, ¿puedes?

Me lo pienso.

—Mmm… Vale, ¿para qué?

—He descubierto algo que quiero que veas.

Me río.

—¿Sabes que acabas de sonar como un niño de ocho años contándome su última travesura?

Se ríe.

—Puede ser. Termina de ducharte. Hasta luego.

—Ok, hasta luego.

Oigo sus pasos alejándose y luego cuando cierra la puerta. Yo sonrío, cojo el bote de gel, lo lleno con un poco de agua y lo agito, es un truco que mi madre me recordó cuando estuve en el pueblo con ella. No sé cómo pude olvidarlo, pero no me arrepiento. Gracias a que olvidé ese viejo truco, acabé conociendo a Mingi.

El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora