Capítulo 24

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—Sí, sí, estoy bien —confirmo regresando al baño.

—Me siento orgulloso de ti, que lo sepas. Al llamarlo «grano en el culo» sospecho que me quedé corto, pero no lo he visto para llamarlo algo más hiriente.

Me echo a reír por su comentario, hasta que me fijo en que sigo con el desatascador en la mano, entonces me doblo por las carcajadas.

—¡No te lo vas a creer, Mingi! ¡Lo amenacé con el desatascador del váter!

Él comienza a reírse, y su risa resuena por las paredes. Hoy más que nunca me parece una risa preciosa, de esas que Seonghwa olvidó compartir conmigo. Pero ya he terminado con él, ya no tengo por qué seguir recordando ese tipo de cosas. Es hora de hacer una purga general en mi vida.

—Oye, Mingi, gracias, ¿eh?, gracias por no dejarme plantado. Me has ayudado a echarlo más rápido. Seguro que se habría quedado armando bronca una hora hasta aceptarlo y marcharse.

Resopla.

—Pues qué dolor de trasero. ¿Qué viste en él?

Me miro al espejo y suspiro, dejando caer los hombros. Lo que vi en él hace tanto tiempo es lo que ha estado manteniendo nuestra relación en pie durante tantos años.

—Antes era un chico adorable…, pero cambió desde que conseguí acabar la carrera. —Suspiro—. Lo que pasó es que él quería que nos casáramos, que yo no trabajara y que dejara mis estudios. Seonghwa dejó la carrera en el último año, yo lo apoyé en todo, pero no pensaba apoyarlo dejando mi carrera también solo porque él quisiera. Soy de los que creen firmemente que dejarlo todo para depender de otra persona es atarse a sí mismo contra un árbol, sin estudios, sin trabajo, sin dinero, sin ser nadie prácticamente, pero él no respetaba mi opinión.

—Otra pregunta: ¿viste si tenía cerebro?

Me echo a reír.

—Lo tenía, pero siempre fue un niño mimado por los ricachones que tiene por padres. Por eso nunca quiso que yo trabajara, para mantenerme él y tenerme comiendo de su mano, pero eso es lo que nunca llegué a aceptar.

—Me alegro, no merecías dejar tus planes de futuro, tus proyectos, solo porque él lo decidiera —dice—. Seonghwa no te merece, Hongjoong.

Suspiro y dejo el desatascador de una vez por todas de nuevo en su sitio.

—Por cierto, creo que te he interrumpido antes al pedirte que me ayudaras —digo—. ¿Pensabas ducharte?

—Sí, tengo mucho calor.

—No me digas que has estado envuelto en la toalla todo el rato…

Me río.

—Sí… Lo he estado. —Se ríe.

—Vaya. —Me muerdo el labio inferior, apenado —. Lo siento. Ya te dejo darte esa ducha.

—¿No te quieres unir? En tu ducha, claro. —Se ríe más.

—¿Eh…? Me encantaría, pero hoy no he ido a trabajar y tengo que prepararme para mañana, además ya me he duchado antes, pero gracias por la oferta.

—Está bien. Pues hasta mañana, Hongjoong.

Sonrío yendo hacia la puerta.

—Gracias de nuevo, Mingi. Hasta mañana.

°°°

Hace veinte minutos desde que salí de casa, o sea que ya son las seis de la mañana. Han pasado dos semanas completas desde que saqué a Seonghwa de mi casa amenazándolo con un desatascador, y desde ese día la única sensación permanente que he tenido ha sido la de vitalidad.

Me siento como una de esas flores de la casa del pueblo de mi madre que reviven cuando ella va después de algún tiempo y las riega.
Tengo todo el trabajo al día, sigo con las clases de yoga y ahora me ha apetecido salir a correr antes de ir a trabajar; todo ello ha ayudado a que mi sensación de vitalidad vaya en aumento.

Paro de correr cuando me voy acercando a un banco de madera para estirar un poco más los músculos de las piernas. Lo he hecho antes de empezar a correr, pero me apetece repetirlo.

El grito de Michael Jackson me hace saltar de repente cuando empieza a sonar «Smooth Criminal» en mi iPod. Sin vergüenza alguna me pongo a bailar después de soltar un wuu-huu eufórico.

Por si acaso vaya a aparecer alguien y me vea bailar, comienzo a trotar de nuevo, con Michael Jackson en los oídos.
Inevitablemente, la canción me trae recuerdos de largos viajes en coche con Seonghwa durante los primeros años de nuestra relación. Aquellos eran buenos tiempos. Creo que conservo un vídeo en mi viejo portátil, si no lo he borrado ya, de él cantando esta canción mientras conducía, dándole temerariamente golpes al volante en mitad del coro donde dice: «Annie are you ok? Will you tell us that are you ok». Era toda una puesta en escena cantar esa canción con él.

Cuando me doy cuenta, ya he corrido dos calles más y voy chasqueando los dedos de vez en cuando. Me pregunto cómo alguien que significó tanto para mí, que me hizo muy feliz tiempo atrás, puede llegar a cambiar tanto un día, hasta volverse irreconocible.

El amor se acaba, tal vez no para todos, pero hay casos en los que sí termina. Él y yo fuimos uno de esos casos. No había nada que hacer, salvo entender que ya no funcionábamos juntos y que uno de los dos estaba sufriendo, así que era hora de dejarlo ir.

Me detengo de repente y apoyo las manos en las rodillas, recuperando el aire. Me quedo mirando un coche que está detenido delante de un semáforo en rojo, y levanto la vista para observar el cielo, que poco a poco se va aclarando más. Estoy sudado y sin aire, pero vital. Me siento vital. Y no paro de repetirlo.

La canción termina por segunda vez, ya que la he repetido antes, y con ella se van mis ganas de seguir pensando en el viejo Seonghwa, en ese que me tenía tan enamorado. Todo con él ha terminado, y aunque significó cinco buenos y malos años para mí, es hora de pasar página y seguir viviendo mi vida de la mejor manera posible.

El chico del baño de al lado ✓ Minjoong [Ateez]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora